Vieja historia |
Editorial julio 2014 | Liber Trindade |
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Hace pocos días veía el informe de un periodista de un informativo que estaba cubriendo la situación en el litoral con las inundaciones, allí tuve la percepción de que se comprende poco lo que significa el sufrimiento de toda la gente afectada. Somos muchos los que en el norte nos criamos con las historias de las inundaciones de abril de 1959, cuando en poco más de treinta días llovió la misma cantidad que normalmente cae en todo un año. Eso produjo que, por ejemplo, en el Río Negro el agua superara los 85 metros de altura y pasara por encima de la represa de Rincón del Bonete, hubo que dinamitar parte de su terraplén y se debió evacuar a toda la ciudad de Paso de los Toros, ante la catástrofe que podía suceder. Miles de personas fueron trasladadas a Montevideo. El litoral también fue afectado, como lo ha sido siempre. Vale recordar que el proceso de fundación de la ciudad de Salto data de más de doscientos cincuenta años, siempre las ciudades se desarrollaron contra la costa, hoy en Salto se maneja una cota de seguridad de 12 metros de altura del río, pero en 1959 sobrepasó los 18 metros y la ciudad quedó prácticamente aislada. Para quienes no conocen o no logran comprender bien cómo queda aislada tanta gente, es bueno mencionar que el agua comienza a subir y va ganando tierras ingresando por las cañadas y arroyos y rápidamente llega a muchísimas cuadras de la costa, inundando las zonas bajas, avenidas principales y tapando viviendas con construcciones de calidad. Hay que comprender que esas personas que dan su testimonio y dicen que el agua ya los hizo salir de sus casas siete u ocho veces no tienen otro lugar adónde ir, ya que no pueden vender sus casas y lograr un pago razonable que les permita mudarse a zonas que no sean inundables. En el 2009, a cincuenta años de aquella gran inundación, el agua trepó hasta los 16 metros. Aún recuerdo el relato de mi padre, que vive en calle 19 de abril [en la foto inferior], la que corre paralela a la principal Uruguay a solo dos cuadras, en pleno centro y a varias cuadras del lecho normal del río. Su casa es alcanzada por el agua cuando la cota marca 14 metros, las últimas inundaciones habían llegado apenas a esa altura o 14,35 como llegó este año, altura suficiente para tener el agua arriba de la cama, por eso no solo hay que retirar todos los muebles, sino quitar también las puertas interiores, las que dejaron sobre la mesada de la cocina a 14,90; sin embargo esos 16 metros hicieron flotar las puertas, arruinándolas. A toda la problemática que tiene toda esta gente afectada, se suma el hecho de tener que estar atentos ante los robos de los malnacidos, que aprovechan la desgracia ajena para hacer su zafra. |
Todavía recuerdo cuando iba a la escuela, en una época de inundaciones en la que cruzaba en bote de un barrio a otro para poder asistir a clase. Lo que me llama la atención es que hace pocos años se aprobó un permiso de construcción para un edificio de alto valor en la costanera [en la foto superior], al costado de un puente, al que la inundación de 2009 cubrió la planta de estacionamiento de vehículos, por tanto no hay una política clara de evitar construcciones en zonas a las que pueda alcanzar una inundación que no es la más grande de la historia. Lamentablemente estas ciudades del interior siguen mostrando cómo crece la pobreza, se siguen generando barrios muy pobres, rancheríos, ocupaciones de predios privados, hay mucha necesidad de viviendas, pero las soluciones habitacionales no están y el aspecto de nuestras ciudades comienza a asemejarse a zonas pobres de grandes ciudades de América Latina. Si queremos ser un país con verdadera justicia social, debemos mirar también a las zonas bajas de nuestras ciudades, generar un real plan social de viviendas, en un tiempo razonable, aplicando técnicas eficientes de construcción, debiendo aprovechar los tiempos de bonanza económica, nuestra trama social está muy afectada y cada día se hace más difícil mostrar los modelos a seguir, porque simplemente los ejemplos no están a la vista. Solo hay que recorrer el Uruguay y ver nuestra realidad en forma imparcial, sin discursos políticos, no tenemos rutas en condiciones para transitar, las calles de nuestras ciudades son malas, decimos ser un país turístico pero carecemos de servicios y somos extremadamente caros. Soy un convencido de que hay un Uruguay posible, pero las cosas no se hacen solas, todos debemos empujar. || |
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