Una generación de grandes hombres que dejan huella invaluable
Leyla Martin
 

Una estirpe de seres «extraordinarios» pareciera haberse concebido a principios del siglo XX, con preponderancia en Latinoamérica.

Longevos y con un caudal de inteligencia poco común, destacados en su país de origen e internacionalmente. Valiosos, sin lugar a dudas.

Pero el transcurso del tiempo es implacable… Inexorablemente escapan del mundo físico, se van de este plano, varios de ellos recientemente, para permanecer en una dimensión especial, no la que puede sugerirnos la religión, la fe o el deseo de su preciosa permanencia entre nosotros, sino aquella que los hace inmortales por su magno aporte a la historia contemporánea y aún más allá… trascendiendo, al dejar un maravilloso patrimonio en el campo de la ciencia, de las artes, de la literatura, de la política, y en otros ámbitos.

A Venezuela, afortunadamente, le tocó ser la cuna de algunos de ellos.

El 12 de mayo de 2014 perdió a un científico de la talla de Jacinto Convit García, una de las figuras más importantes a nivel mundial en la investigación, que deja tras de sí sus aportes para la vida. Médico egresado en 1938 de la Universidad Central y nacido en Caracas el 11 de septiembre de 1913. Descubridor de la vacuna contra la lepra, que le acreditó para el Premio Príncipe de Asturias de 1987 y la postulación para el Premio Nobel de Medicina en 1988. Padre también de la vacuna contra una enfermedad infecciosa como la lehismaniasis y que, aún activo, a sus casi 101 años de edad, continuaba la indagación precursora de la vacuna para algunos tipos de cáncer como el de colon, mamas y estómago, que quedó en fase experimental.

Fue merecedor de diversas distinciones por sus aportes a la ciencia y a la salud, incluyendo la «Orden Libertadores de Venezuela» post mortem, y estuvo al frente de diferentes instituciones, en el país y mundialmente, relacionadas con la medicina y la dermatología.

Igualmente, el martes 22 de abril de 2014, a sus 88 años, se extinguió la presencia física de uno de los artistas contemporáneos más relevantes del país, uno de los baluartes, el gran Oswaldo Vigas, nacido en Valencia, estado Carabobo, el 4 de agosto de 1926. Médico de profesión, que inició estudios en 1945 en la Universidad de Los Andes culminándolos cuatro años después, en 1949, cuando tomó la decisión de trasladarse a la capital y proseguir la carrera en la Universidad Central.

Un duro golpe para las artes plásticas, cuyo legado como pintor y muralista queda en múltiples rincones de la geografía, especialmente donde se graduó; magna institución educativa de la nación, y en el orbe, pues el reconocimiento de su obra excede las fronteras.

Quien dijera «yo nunca he sido rigurosamente figurativo ni rigurosamente abstracto, sino rigurosamente Vigas» fue Premio Nacional de Artes Plásticas 1952. Dio sus primeros pasos en esta profesión a sus tempranos 17 años como ilustrador de «Libro de Poesía» en el Ateneo de su ciudad natal y desde ese momento estuvo vinculado al arte, al dibujo. El amor por la pintura captó su atención para dedicarse a ella, participando activamente en el movimiento artístico de entonces, sin ejercer nunca la medicina.
Al emprender viaje a París, en 1953, pudo conocer una novedosa realidad artística que se generaba e inspiró, ampliando el desarrollo de su creatividad.

Fue merecedor en tres ocasiones del Premio Arturo Michelena. También recibió el Premio John Boulton, además de una condecoración impuesta en 2012 por el Rey Juan Carlos I de España en homenaje a su destacada contribución al arte hispanoamericano, así como un doctorado honoris causa de la Universidad de Los Andes y el reconocimiento como Comendador de las Artes y las Letras de Francia, a destacar.

En 1954, a petición del también prestigioso arquitecto Carlos Raúl Villanueva (fallecido en 1975), procede a realizar cinco murales para la Ciudad Universitaria —UCV, con lo cual despliega una nueva obra constructivista.

La experiencia que influencia sobre él el movimiento artístico que se desplegaba en Europa, bajo los efectos del cubismo, efectuando estudios de grabado y de litografía en los talleres en París de Marcel Jaudon, a la vez que cursó Historia del Arte en La Sorbona, le producen la transición del constructivismo a un género más espiritual, con matices religiosos, y recibe también el influjo del abstraccionismo que pone en práctica a su regreso a la patria en 1957.

Otros premios engrosaron su haber, tales como el XIII y el XIX Salón Oficial de Arte Venezolano, el X Salón Arturo Michelena, el Premio Puebla de Bolívar y el Premio Adquisición en la Exposición de Arte Latinoamericano Contemporáneo en Cartagena, Colombia.

Había sufrido un accidente cerebrovascular que limitó el movimiento de sus extremidades inferiores y en 2010 confesó a un periodista con plena seguridad, que no moriría acostado, «será caminando y mi forma de caminar es pintar y dibujar».

Ramón José Velásquez Mujica, Andino, jurista, historiador, periodista y más politólogo que político, como él mismo se definía, con una larga y relevante trayectoria en ese espacio y en el de la cultura, egresado de la Universidad Central de Venezuela después de haber obtenido los títulos de abogado y de doctor en Ciencias Políticas y Sociales (1942), cuya norma de vida fue la del servicio, al punto de morir sin tener bienes de fortuna. Nació en San Juan de Colón en el estado Táchira un 28 de noviembre de 1916 y dijo adiós en Caracas este 24 de junio de 2014, a sus 97 años de edad.

Sufrió prisión (en la cárcel modelo de Caracas y en la de ciudad Bolívar) por antagonizar la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, desde las filas de la izquierda, a raíz de haber publicado en 1952 «El Libro Negro de la Dictadura», en el cual documentaba las arbitrariedades y transgresiones del régimen. Fue presidente interino de la república para salvaguardar el orden constitucional, electo por el congreso, durante el período del 5 de junio de 1993 al 2 de febrero de 1994, que corresponde a la transición entre Carlos Andrés Pérez y su sucesor Rafael Caldera (en un segundo período presidencial), luego del inminente enjuiciamiento de Pérez por corrupción. Anteriormente, había desempeñado en la política cargos como Senador (1974 / 1993) y presidente por Venezuela de la Comisión Presidencial para Asuntos Fronterizos Colombo Venezolanos —COPAF,  a partir de 1989 (Acción Democrática, segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez); presidente de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado —COPRE, 1984 (Acción Democrática, Gobierno de Jaime Lusinchi); ministro de Comunicaciones 1969-1971 (Partido Social Cristiano COPEI —primer Gobierno Rafael Caldera) y secretario de la Presidencia de la República 1959-1963 (Acción Democrática —segundo Gobierno de Rómulo Betancourt).

Fundador y director del Instituto de Investigaciones Históricas del Periodismo Venezolano (1958) en la Facultad de Humanidades de la Universidad Central —UCV, fundador de la Cátedra de Historia del Periodismo Venezolano en la Universidad Católica Andrés Bello —UCAB (1961), primer director del diario El Mundo y también de El Nacional, entre otros periódicos y revistas.

Dedicado a la literatura e investigación histórica, ingresó en la Academia Nacional de la Historia (1968) y recibió el Premio Internacional de Periodismo María Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia —Estados Unidos, al que se suma el Premio Nacional de Historia (1980) otorgado por el Consejo Nacional de la Cultura —CONAC del país. Creó el Archivo Histórico del Palacio de Miraflores y muchas fueron sus obras, entre las que puede subrayarse la historiográfica y compilatoria en quince tomos: Pensamiento político venezolano del siglo XIX, así como La caída del liberalismo amarillo, que le mereció el Premio Nacional de Literatura (1973) y Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez. Instauró la Fundación para el Rescate Documental Venezolano —FUNRES (1978) y organizó en Caracas el I Congreso del Pensamiento Político Latinoamericano del Siglo XX (1983).

Las letras lloran también la figura de uno de sus genios, el colombiano Gabriel García Márquez.

El Gabo nació en Aracataca (Magdalena) un 6 de marzo de 1927 y falleció a los 86 años en el Distrito Federal de México, el 17 de Abril de 2014.

Prominente como escritor, novelista y cuentista, así como guionista, editor y periodista, fue autor de muchas de las obras más relevantes de la literatura latinoamericana coetánea. Es llamado el padre del realismo mágico y su obra más emblemática, Cien años de soledad, uno de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos, le hizo acreedor al Nobel de Literatura 1982.

Gabriel José de la Concordia García Márquez, en el ocaso apacible de su fructífera existencia, evadió lo mediático para hacerse visible solo en cada celebración onomástica y en otros imprevistos episodios, con una eterna y apacible sonrisa, sereno e inmerso en la interioridad de su vida que profundamente conmemoraba.

Poseedor de una personalidad más bien retraída, volcaba todo su ímpetu íntimo en las páginas de sus grandes obras intelectuales.

Deja entonces, este otro gigante, todo un legado al universo literario, que no fenecerá jamás [v. tb. p. 14].

Otras pérdidas considerables que no pueden dejarse de mencionar se produjeron en continentes como el africano, donde el líder Nelson Mandela, embajador de la paz y de la democracia (a quien ya dediqué un escrito en particular [v. Al día #30, p. 6 → http://bit.ly/ 1o9J0TC]), muere el 5 de Diciembre de 2013, a sus 95 años. Al finalizar su período presidencial en 1999 se separó de la actividad política desapareciendo en 2004 de la vida pública.

Su vida es modelo de grandeza y de sencillez al mismo tiempo. Su lucha traspasa los confines de su lugar de origen, materializando los ideales de los pueblos oprimidos de la Tierra, diseminando la esperanza en la convicción de que ¡un mundo mejor es posible! ||

 
 
 
 
 
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