Un artículo sobre cultura
Felipe González Piñeiro
 
La elección de un tema para un artículo cultural devino en una reflexión sobre los elementos que integran la cultura.

Hace algunos días recibí la invitación por parte del equipo del periódico Al día para participar como colaborador entre sus páginas. La propuesta se basaba en escribir un artículo cultural, y en principio compartir página con otra compañera que también escribiría un texto dentro del mismo género.

La invitación me entusiasmó bastante e inmediatamente comencé a pensar posibles temas para mi artículo. Me gusta el cine, así que se me ocurrió ir por ese lado. También me gusta el teatro, entonces podría escribir un comentario sobre alguna obra que estuviera en cartel actualmente. Por otra parte, pensé en una reseña literaria. Varias posibilidades se me ocurrieron, pero apenas eran ideas.

Bajé del 143, dejé la calle Colonia y comencé a subir hacia 18 de Julio, atravesando la plaza Cagancha, pasando por debajo de las luces de color azul que decoraban la avenida. Mientras, volvía a pensar sobre de qué iba a tratarse ese artículo. Se me ocurrió que podría ser sobre alguna película, estreno de cine nacional. O sobre la última obra de la Comedia Nacional, pero recordé que había llegado apenas para el segundo acto, aunque de todos modos me paré y aplaudí como los demás, pudiendo disfrutar principalmente del despliegue entre escenografía, vestuario y el desenlace de la pieza teatral. Pensé también escribir la reseña de algún libro, pero me encontré leyendo únicamente textos académicos, de variadas asignaturas. Y además no creo que una de mis reseñas sobre algún texto de Umberto Eco, Richard Rorty, Adorno o Horkheimer ilumine o dé a conocer los ya reconocidos textos de investigación de estos señores. De todos modos pensé en algún libro que estuviera leyendo por placer, y escribir el artículo sobre él, pero solo se me ocurrió El trabajo del actor sobre sí mismo de Konstantin Stanislavski, pero me percaté de que tendría la misma o menor cuota de entretenida que la idea anterior. O eso fue lo que pensé, cuando decidí darle una pausa a ese libro y a esas 477 páginas destinadas al estudio y ejercicio de las técnicas para la preparación del actor, previa a la construcción de personajes.

Decidí entonces dejar esas primeras ideas flotando, presentes, pero no seguras. Comenzaba a darme cuenta de que no me inspiraban demasiado como para sentarme a escribir sobre alguna de ellas.

Continué bajando por la avenida. Finalmente me resigné por el momento, me enchufé a mis auriculares, aunque solo funcionara el izquierdo, sintonicé alguna radio y seguí caminando rumbo a casa.

Algunos días pasaron, pero yo continuaba sin tener el tema sobre qué escribir. En mi cabeza sonaba: cultura, cultura, cultura… Pero de todos modos eso no me ayudaba demasiado.

El momento de enviar el trabajo se acercaba. Pero para mi suerte cuando la ansiedad comenzaba a invadirme me di cuenta de que aún quedaba una extensa semana por delante.

Total, una semana era suficiente para encontrar el tema y escribir sobre el mismo. Hasta el momento en que me fijé en lo grandes que son las páginas de Al día, en uno de sus números que una compañera me había otorgado, para ir leyendo, vichando.
Un par de días más pasaron, y yo aún me encontraba en el punto de inicio. Con algunas ideas que ya rondaban en mi cabeza, pero con dificultades para poder decidirme por una y «transcribirla al papel». Finalmente me puse a rebobinar. ¿Cuál había sido el término disparador, el término por el cual yo debía regirme y en el cual debía centrarme? El tema sobre el que debía yo escribir, ¿dentro de qué ámbito debía encontrarse? Así llegué a ese término tan lleno de significado que había aparecido desde un principio; cultura.

Pero entonces me pregunté, ¿qué es cultura?, ¿qué lugar ocupa la misma dentro de nuestra sociedad?, ¿qué aspectos integran a esa cultura local? A primera vista solo eran más dudas sobre el tema, que solo retrasarían más mi trabajo, pero en realidad se tornaron en una especie de preguntas disparadoras que me servirían para ese repensar, antes de comenzar a escribir.

Entonces, cuando quise definir cultura, entre algún texto de estudio encontré: «La vida es un caos, una selva salvaje, una confusión. El hombre se pierde en ella. Pero su mente reacciona ante esa sensación de naufragio y perdimiento: trabaja para encontrar en la selva vías, caminos; es decir, ideas claras y firmes sobre el universo, convicciones positivas sobre lo que son las cosas y el mundo. El conjunto, el sistema de ellas, es la cultura en el sentido verdadero de la palabra» (José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad). Intenté centrarme en un concepto que no fuera tan lineal como los que se encuentran en un diccionario, y que muchas veces poco tienen de actualidad.

Entonces, si mi intención era escribir un artículo sobre algún tema que considerara cultural, ¿cuál podría ser? Debo confesar que aún no se me ocurrió uno en particular.
¿Sobre qué debería tratarse? Como dije anteriormente, ¿sobre el estreno de la nueva película uruguaya, 23 segundos (de la cual ya recibí algunos comentarios a su favor y otros en contra, como no podían faltar)? ¿O sobre la «superproducción» del equipo de la Comedia Nacional, en su nueva obra en el Teatro Solís, La visita?

Entonces me di cuenta de que no quería encasillarme. No solamente lo relacionado al espectáculo, a la literatura, a la música o el cine tienen que estar en un artículo de cultura.

Y entonces comprendí cuánto se ampliaba el espacio que me habían asignado, cuánto podría yo escribir sobre el tema.

Inmediatamente pensé que estos elementos culturales no deberían estar encasillados en una única región, ¿o la cultura es de unos pocos? Quizá las películas, ya sea de cine nacional o extranjero, no van al interior del país porque no hay buenas salas de cine, o directamente porque no las hay. O las obras más espectaculares no viajan hasta los pueblos porque nadie se ocupa de la reforma de los teatros de allí o siquiera en su construcción. O porque claro, no van a vender tantas entradas como en la capital. ¿O será porque las personas que viven allí no tienen la preparación cultural necesaria para entender tales productos? Quizá así sea hasta que se instalen más instituciones de preparación educativa también en esas localidades, promulgando así la cultura. Y por otra parte comience a ponerse en práctica la descentralización del conocimiento y con ello se acabe el exilio de juventud, desde el interior hacia la capital.

A veces pienso, viajan más al interior de nuestro país los políticos en tiempos electorales con sus respectivos discursos espectaculares que las obras de teatro nacional.

Otro día, caminando por la emblemática Ciudad Vieja pensé: ¿Por qué no hablar sobre los barcitos que se distribuyen por este barrio, y que permiten esas tan culturales tertulias? Infinitas veces lugares de conversaciones de aquellos artistas uruguayos, tan reconocidos. ¿Por qué no escribir sobre las nuevas volquetas amigables que han comenzado a distribuir en las calles capitalinas?, distinguidas con colores verde manzana y naranja, con la esperanza de que el montevideano y la montevideana adquieran la costumbre de reciclar, e incluyan esta práctica en su rutina. Y que además el «ciruja» no se meta adentro a dormir o buscar «comida».

¿Por qué no escribir sobre lo que ya forma parte de una necesidad, de una costumbre, de una idiosincrasia, de un compromiso de muchos? Como lo es la Marcha del silencio, dónde aún se continúa exigiendo respuestas a un sinfín de interrogantes abiertas, que plantean la búsqueda de esa reflexión y movilización colectiva, que nada tiene de silenciosa. Ayer, caminando a lo largo de 18 de Julio, entre personas con paraguas, lluvia fina pero fría, y mojabobo, pensaba en eso. Mientras caminaba casi al unísono de los demás, con algunas palmas mientras el Himno Nacional sonaba desde algún lugar, pensaba, acaso eventos como este, sin ser una producción fílmica o teatral, sin tener que ser un best-seller, ¿no forman parte de una cultura nacional, de una idea global?

Entonces termino por darme cuenta de que el artículo no tiene un tema en particular. Pero al fin de cuenta pienso que esa era la intención de este artículo, desde que comencé a pensar sobre qué escribir, y no me conformaba con un único tema.
También es claro, que más allá de que aquí nombre algunos «elementos culturales» de nuestra región, pueden ser cuestionables para muchos, y esos muchos pueden encontrar que faltaron muchos otros elementos, y estoy de acuerdo.

Pero de todos modos, mis interrogantes existenciales están planteadas, y las comparto.
Es necesario ponernos a pensar por un momento sobre esos elementos que integran nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestra identidad. Es menester plantear la interrogante de por qué «eso» es cultura y «aquello» no es cultura. Y qué tanto traspasan la muralla esos elementos tan enriquecedores hacia los demás departamentos del interior del país, como dije anteriormente, ya sea hablando de diversos espectáculos, pero también de nuevas opciones en los niveles superiores de educación. Porque si volvemos sobre las palabras de Gasset, actualmente son muchos a los que se les hace dificultoso encontrar esas vías, esos caminos que integran y hacen directamente a la cultura, y no son solamente aquellos quienes viven en el interior, sino también con quienes convivimos en la misma y diminuta ciudad capital, pero que muchas veces se les ha asignado un lugar apartado de esta. ||

 
 
 
 
 
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