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Queremos que las autoridades municipales y nacionales se pongan a trabajar en este tema de salud pública con seriedad.

El eslogan «Caminemos hacia un mundo feliz, sin ruidos molestos» era utilizado en 1994 por el Ministerio de Salud Pública (MSP) en un folleto emitido por el entonces existente Programa de Salud Auditiva.

Este folleto era en formato tríptico y exponía datos muy importantes sobre las alteraciones que producen en el oído y en el resto del organismo, por ejemplo: «Los ruidos superiores a los 75 decibeles generan disminución de la capacidad auditiva, dolores o zumbidos».

En otra parte del mismo exponía que a su vez también generan aumentos en la presión arterial, irritabilidad, dificultades en la comunicación o la visión, estrés, contractura muscular y por ende también mayores riesgos para contraer enfermedades cardiovasculares.

Pero no estamos recordando estos problemas para asustar a nadie, recordamos este folleto porque hoy en día estamos viendo con mucha preocupación cómo las autoridades no le están prestando atención a estas políticas preventivas y cómo se hace la vista gorda ante este problema que día a día se agudiza más por el constante y paulatino aumento de los vehículos y por la vista gorda de un sistema de contralor municipal y ministerial que no ha reparado, parecería, en que esto debe ser una prioridad por la salud de nuestros conciudadanos, que son quienes cada cinco años nos eligen directa o indirectamente para que los representemos y protejamos sus intereses.

Los ruidos superiores a 75 decibeles generan disminución de la capacidad auditiva, dolores, zumbidos, aumentos en la presión arterial, irritabilidad, estrés, contractura muscular.

En ese sentido, festejamos hace un par de meses cuando salió en los diarios la noticia de que la Intendencia de Montevideo (IM) empezaría a hacer cumplir su tarea de contralor y con una parte olvidada del digesto municipal, multaría a los vehículos con escape libre con un monto aproximado a los seis mil pesos uruguayos, una medida que no es suficiente, pero que al menos sí es algo.

Lamentablemente hasta ahora esto ha sido solo un titular, no se ha cumplido y parecería que será otra noticia que en titulares quedará.

Como expresáramos en líneas anteriores, esta noticia nos había alegrado, porque apuntaba a mejorar la calidad de vida de muchos uruguayos. Al menos para los que viven en Montevideo, ya que es común ver infinidad de motos, autos y camiones con el caño de escape abierto, que generan un fuerte ruido superior a los 60 decibeles que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se necesitan para empezar a afectar la salud de los seres humanos.

Hoy, de por sí y teniendo presente los casi veinte años que han pasado, podemos aseverar que el tráfico automotor es muy superior respecto de aquel año 1994, cuando se emitió el último folleto buscando prevenir este problema.

Recordamos también que según la OMS, 60 decibeles ya es nocivo para la salud,  y si nos ponemos a pensar que ya en 1994 era normal que nuestro tránsito tuviera en cualquier esquina de cualquier avenida 75 decibles, difícil es no darse cuenta de que hoy ese problema es más agudo y está más presente.

Queremos que las autoridades municipales y nacionales se pongan a trabajar en este tema, con seriedad, que nos envíen a la Junta las nuevas modificaciones que consideren necesarias aplicar en el digesto, y que sepan que estamos a las órdenes para hacerlo y votar cualquier introducción que quieran impulsar a la reglamentación existente en este sentido (el sentido de apoyar la salud de nuestros conciudadanos, a los que les debemos el respeto correspondiente).

Si el fin es que se elaboren políticas de prevención en estos aspectos, cuentan con nosotros. No queremos seguir mirando cómo se nos pasa el tiempo y las posibles soluciones. 

Desde nuestro interior, creemos que debemos hacer y aportar y estamos comprometidos a pensar también en otras formas de una prevención que es cada vez más necesaria.

Yo no puedo decirles hoy cuánto se ha incrementado el tránsito vehicular, ni en cuánto se calcula hoy en decibeles los sonidos emanados por él tránsito vehicular, ni los equipos industriales, como las excavadoras o los taladros neumáticos, pero me animo a decir que considerando la poca renovación de esos equipos desde ese año, muy seguramente sean muy superiores a los de entonces. Y por ende también sea hoy más necesario que entonces tratar de prevenir estos temas.

Pero como estamos preocupados realmente es que el pasado año cursamos por medio de la edil Adriana Balcárcel un pedido de informes a la IM, solicitando información al respecto. La información llegó durante este último receso a la Junta, luego de más de seis meses de solicitada (¡pero llegó!) y ahora estamos tratando de descifrarla y trabajarla para presentar algunas propuestas y consideraciones. Seguramente también, y por lo que hemos visto, tengamos que pedir alguna información ampliatoria de la que se nos ha remitido. Pero seguimos con el tema y vamos a no dejarlo caer. Igualmente hay propuestas que se pueden empezar a gestar y que no necesitan más que una decisión política.

Nos preguntamos cuánto puede costar a este gobierno ponerse las pilas y concretar lo que ya por la prensa dijo que iba a hacer (multar los escapes libres, por ejemplo). ¿Por qué no se reinstala el Programa de Salud Auditiva en el MSP? ¿O cuánto puede costarles que en los canales estatales, dígase TV Ciudad o Canal 5, que tienen funcionarios contratados permanentemente al servicio de ambos, se pongan a armar una campaña de difusión sobre este temas? ¿O de qué depende intimar o gestionar ante las empresas para que recambien aquellos equipos a los que se les terminó la vida útil pero que se siguen utilizando y producen fuertes molestias sonoras? Yo no creo que cueste mucho, más bien creo que se necesita la voluntad para comenzar a trabajar en el tema con la seriedad y el respeto que se merecen. Si queremos llegar a tener en unos años una ciudad sin ruidos molestos, hay que empezar por algo y estas últimas decisiones no tienen grandes costos económicos, aunque sí requieren fuerte responsabilidad con la política de salud.