Rehenes
Liber Trindade
 

Sin dudas, hoy hay muchos rehenes en nuestra sociedad, producto de la dictadura de la delincuencia, de los sindicatos y de la complicidad de los empleados públicos.

Estoy comenzando a escribir esta nota en la ciudad de Durazno, es de madrugada, tal vez tenga todo el tiempo del mundo para terminarla, no hay nafta en ninguna estación, hay rehenes por todos lados, gente que quedará tirada al costado de la carretera cuando la luz del combustible comience a parpadear y luego de un penoso deambular por cada estación carteles similares los reciban, «no hay nafta».

Estamos en medio de una gran guerra en la que hay muchos aliados para diezmar la moral de la población. Hay un gran ejército de casi 300.000 empleados públicos dispuestos a parar un país, donde sacan pechera quienes los representan, un montón de sindicalistas en la seudodefensa de los trabajadores, en que la falta de una casilla para un funcionario de Ancap hace que tengamos varado a un barco cargado de gas, pagando una fortuna por ese motivo, a punto de dejar sin gas a la población y luego como les descuentan las horas perdidas, dejan sin el suministro de combustible a todo el país.

En ese mismo bando un montón de sindicalistas devenidos en funcionarios con cargos públicos de poder, ex guerrilleros, que fueron opositores casi cuarenta años, ahora toman su propia medicina y en este combo se suman al mejor estilo Mad Max los renegados, decenas de miles de delincuentes de todas las edades que invaden las ciudades arrebatando todo a su paso, la vida y alma de nuestro pueblo.

Muchos aún conservan pequeños oasis donde conviven valores, que antes veían el éxodo como un camino alternativo, hoy cada vez más inviable como está el mundo, también en esos pequeños oasis se aferran a la idea de que los partidos tradicionales recuperen el Gobierno, aunque estos no han comprendido a cabalidad en la desventaja en que estamos.

Puede parecer que estoy delirando, tal vez sea el efecto de tanto recorrer los barrios, de conversar con los vecinos, de ver sus realidades, de días como el de ayer, que al llegar a mi oficina me cuentan que un rato antes a unos viejitos le rompieron la ventanilla para robarlos en el semáforo de Eduardo Víctor Haedo y Requena, en la puerta del Municipio B, situación que se repite cada pocos días, donde especialmente las mujeres son las víctimas. Un rato después, al llegar uno de mis alumnos que tiene su obra a pocos metros en la esquina de Martín C. Martínez, me cuenta que le entraron en la madrugada a la obra y se le llevaron todas las herramientas, 40.000 pesos muy difíciles de recuperar si no es con otros años de esfuerzo. Llego a mi casa y se conecta conmigo una vecina también de mi oficina. En la parada también frente al Municipio, dos sujetos, uno con revólver y otro con un pico de botella, la amenazan, la llevan hasta el cajero automático y le sacan la plata y su notebook. Cuando un taxista se detiene para auxiliarla, la arrastran veinte metros, causándole roturas de ligamentos cruzados en la rodilla, al taxista lo lastiman y a ella además le cortan sus planes, viajaba en estos días al Congo como voluntaria porque es enfermera. Para redondear estas veinticuatro horas voy a la parrillada a pocas cuadras a almorzar, un lugar donde le meten el alma para atenderte, una familia que regresó desde el exterior, una vez más le habían entrado al negocio, hurtándole varias cosas y el lugar solo era desazón.

Volví, estacioné sobre Requena en la plaza Líber Seregni, observé el malandraje que para allí y me dirigí directamente a la puerta del Municipio B y solicité ser recibido por el alcalde Carlos Varela, me preguntaron si era urgente y les dije sí, la plaza va a explotar.

Enseguida me atendió y le expliqué lo que pasaba en la plaza, lo que se ve allí es lo mismo que se puede ver en las películas de cárceles, cuando los reclusos salen al patio, juegan al básquetbol y hacen pesas. El área de los juegos fue invadida por decenas de individuos, hombres y mujeres, que incluso tienen todo el día allí a pequeños niños, un batallón de cuidacoches que intimida, a quienes les da perfectamente para luego pedir que el delivery les traiga comida, como he confirmado.

El lugar se convierte en una mugre, se podía apreciar a todas las mujeres hamacándose de a dos en una misma silla, más un tipo de 1,90 metros subido también en ellas, todo deplorable, ante la presencia de cuidaparques y servicio 222.

El alcalde coincidió conmigo en lo que estaba pasando allí, pero me manifestó que había que ser muy cuidadoso con el trato del tema, porque no se podía correr a las familias de la plaza, porque ganaban terreno estas otras personas. A todo esto le manifesté que no se podía salir de esta situación si no se mostraba autoridad, no puede ser que tres personas estén arriba de una hamaca y no se pueda hacer nada. El tema del consumo de drogas, allí todo el día, parece que no vale la pena ni mencionarlo, cuando el propio Gobierno está empecinado en legalizar la marihuana.

También le dije cuál era el mensaje que se daba, cuando no se puede dominar un espacio público en pleno centro de la ciudad, cuál es la esperanza que le damos a la gente de los barrios.

Me puse a la orden del alcalde para seguir colaborando en lo que sea necesario y a la tardecita vi cómo se hacían presentes un móvil de Policía, uno de la Metropolitana y dos motos con efectivos, señal de comprensión de lo que está pasando en esta plaza que tomó como ícono el Frente Amplio.

Después de lo expuesto, creo que queda más que claro que, sin dudas, hoy hay muchos rehenes en nuestra sociedad, producto de la dictadura de la delincuencia, de la dictadura de los sindicatos y de la complicidad de los empleados públicos.

Mucho se habla del blindaje de nuestro sistema bancario para hacer frente a una crisis, nada se dice de la muy distinta situación social en la que estamos, comparados con el año 2002, blindaje ya se necesita para salir a la calle, para que los gurises vayan al liceo, para que los pobres viejos vayan a cobrar la jubilación, para que un comerciante pueda abrir las puertas de su negocio.

Tal vez solo quienes nos hemos amanecido durante décadas sabiendo que cada mañana salimos a buscar el sustento para nuestras familias y las de todo nuestro personal, podamos entender lo difícil que es caer y volverse a levantar, una y otra vez, sabemos lo que es que te roben todo aquello que te permite trabajar, cuando de esas herramientas depende llevar comida a casa para tus hijos, y te las roban para luego venderlas en las ferias por cien pesos, cuando uno ni siquiera ha tenido la oportunidad de pagar la primera cuota. Tal vez si por un momento mucha gente se detuviera a imaginar lo difícil que es estar fuera de casa por dieciséis horas o más, podrían entender que las seis horas que trabajan con un sueldo seguro a fin de mes por el resto de sus vidas los pone en un pedestal muy lejos de tantos rehenes de la sociedad.

Ahora solo queda una última esperanza, que el pueblo piense, que no vote en blanco, que no anule su voto, que estudie a quién se lo va a confiar, a personas, no a listas de simples nombres, que castigue a los que en este período no han cumplido, a los que no han asistido. Comencemos a transitar ese camino.

 
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