Las cosas por su nombre: Norma

«Una Hormiga Colorada Más»

 

Además de ser utilizado como nombre del sexo femenino, norma es, según la Real Academia Española, una regla que se debe seguir o a que se deben ajustar las conductas, tareas o actividades. En Derecho, equivale a un precepto jurídico, es decir, que debe cumplirse siempre.

La norma es creada por la autoridad y permite una mejor convivencia entre los seres humanos. Ella determina los parámetros en que debemos manejarnos, tratando de obtener para sí lo mejor sin dejar de tener en cuenta que las mismas aspiraciones tienen nuestros congéneres.

Cualquiera sea la autoridad que la crea, esta lo hace como respuesta a una inquietud o necesidad de un sector más o menos importante de la sociedad, buscando lograr la mayor satisfacción posible para los involucrados o afectados por ella. Esa autoridad toma contacto con el problema, lo desmenuza, lo analiza, lo razona y emite luego el texto que le dará cuerpo. Ello implica una demanda de tiempo, estudio, esfuerzo, diálogo, por lo que la norma se vuelve un valor en sí mismo. De ahí la importancia de su cumplimiento.

En otras palabras, la norma tiene en sí misma un valor agregado que reclama y justifica su estricto y total cumplimiento. Si así no sucediera, el esfuerzo volcado en su confección sería como «sembrar en el mar», desmotivando a quienes brindaron su aporte en la redacción y dando un muy mal mensaje a quienes, pudiendo haber sido alcanzados por ella, han hecho caso omiso.

De ejemplos en uno y otro sentido estamos saturados: el tirar basura fuera del contenedor es uno de los más clásicos ejemplos de lo que no debemos hacer y sin embargo convivimos con ello a diario. En cambio, tomamos muchas precauciones para no dejar estacionado nuestro vehículo en zonas prohibidas, porque corremos riesgos de que nos «guinchen» el auto, con la correspondiente multa y las incomodidades o dificultades asociadas.

¿Dónde radica la diferencia? Es muy fácil: nuestra idiosincrasia nacional es un lastre que entre otras cosas nos impide asumir con naturalidad que la norma ha sido hecha para ser cumplida y nos cuesta ver los beneficios que la misma conlleva. Por el contrario, si nos sentimos controlados, adoptamos generalmente la actitud que la autoridad espera de nosotros, pese a que nos cuesta aceptarlo.

De ello se deduce que debe implementarse un sistema de control adecuado para cada norma que la torne efectiva, es decir, que sea capaz de ser aplicada en su plenitud y de evaluar los resultados obtenidos. Si se entiende de recibo realizarle modificaciones, la autoridad reevaluará la situación y obrará en consecuencia.

Las múltiples experiencias vividas en los más diversos ámbitos laborales, profesionales, personales, en los que he debido desempeñarme me han enseñado que «si las normas están mal, se cambian. Mientras tanto, se cumplen».

 
 
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