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El mes pasado tuve la oportunidad de transmitir con mi programa Montevideo Contigo desde el barrio Conciliación, allí nos recibió la Familia Bique, en la calle Servidumbre de Paso a unas cuadras más adentro de Camino Lecocq, donde se nos puso al día con la situación que vive la zona, más allá de que no pasa desapercibida, la cantidad de basura que hay desparramada por todos lados, imágenes que podrán apreciar en este enlace.

Pero me quiero detener especialmente en un verdadero personaje que conocimos. Nos dijeron que especialmente visitáramos a don Humberto Ruiz, un vecino de setenta y ocho años que tiene una gran casa que hizo en etapas con sus propias manos y que representa una visita imperdible a un lugar exótico que se identifica a lo lejos, con un auto ubicado en el techo. Subimos a conocerlo; al salir de la escalera lo primero que encontramos fue una gran piscina de hierro que es de un barco. Dentro del auto se encuentra un colchón de dos plazas, audio para disfrutar mirando las estrellas y hasta un teléfono con línea para estar comunicado con este mundo, una locura muy simpática.

Luego fuimos al interior de su casa, todo es diseño: usó moldes de hebillas de cintos para estampar todos su techos en el llenado de hormigón; sus sillones son autos cortados por el medio; la mesa central, luego de conectar a mano pelada un montón de cables, comenzó a girar con luces encendidas; también activó una fuente de agua, toda iluminada; son cientos las matrículas viejas colgadas en las paredes; en el centro de la habitación, una gran caldera de leña que calienta el agua de la piscina del techo.
Podría escribir rato sobre la cantidad de elementos que hay en cada rincón, todos adaptados a una función. Don Humberto nos contó cómo se gana la vida, nos dio su tarjeta personal: «la casa de las cubiertas usadas», y además dice «todas las medidas», lo que pudimos comprobar en su depósito con cientos y cientos de las mismas.

Cuando nos retirábamos con mis hijas, no dudó en decirnos que lo visitáramos cuando gustemos, que llamáramos quince minutos antes y él ya ponía el asado al fuego.
Un hombre que sus vecinos orgullosos nos presentaron, por su creatividad y su don de buena gente.