Porque el conocimiento está en constante evolución y quizás todos nosotros alguna vez hemos reflexionado sobre las mismas cosas pero nunca lo exteriorizamos, es que nace esta columna.
Vivimos en una sociedad donde hay dos instituciones fuertemente establecidas desde hace más de un siglo, las cuales han formado todo lo que corresponde a nuestra cultura, y los valores que se priorizan y se presumen compartidos por todos.
En cuestión de veinte años esas dos grandes instituciones, la familia y la escuela, han sufrido cambios y una pérdida de poder y legitimidad extrema. En este caso nos referiremos principalmente al ámbito educativo, donde el sistema escolar además de formar al individuo en los principios de relacionamiento con sus pares y su entorno, reafirmando las normas de conducta, era considerado el único método para acceder a los objetivos de bienestar y desarrollo que él se proponía, donde se confiaba en sus métodos didácticos y se le creía la única y legítima forma de educarse y ser un ser social. En el presente la gran decepción de nuestra sociedad se basa en la caída de este paradigma, esa verdad universal que motivaba a las familias a creer en la educación y a los jóvenes a ir por su voluntad, por el afán de crecer educativamente, hoy no lo está y en un mundo global e informático los cuestionamientos son cada vez mayores... En nuestro país son más los jóvenes que se alejan de este sistema, que los que logra «producir», es decir, que salen del sistema educativo con un título, una carrera, un trabajo. El costo que este sistema tiene para nuestros bolsillos es enorme, generando personas con una educación insuficiente para aportar al desarrollo del país, y los costos emocionales de frustración que generan en quienes quedan por el camino transmitiendo ese mensaje pesimista sobre la educación formal y posicionándose en actividades de trabajo físico y manual que lo dejan más vulnerables frente a inestabilidades económicas, muchas veces rencorosos con la sociedad al ver que otros sí lograron avanzar en esa estructura, y no por ser más inteligentes que ellos.
La educación insume una premisa básica para funcionar y es la motivación por aprender, si queremos que el joven se interese debemos darle algo que lo seduzca. Por ejemplo, ¿por qué los juegos electrónicos son tan atractivos y el libro o la fotocopia no lo son? La presentación del juego es mucho más llamativa, e inhibe el fracaso, siempre podemos volver a empezar, nunca dejamos de crear y darle a nuestra actividad nuestro potencial, nuestro perfil; debemos salir del modelo de escuela biblioteca al modelo de escuela laboratorio, donde nos basemos más en cosas prácticas y se aprenda en la realidad. Esta mentalidad dista en gran manera de la forma de aprender basada en la memoria y el tipo de conocimientos que el sistema educativo nos demanda. El videojuego además parte de la premisa de que el conocimiento está en constante evolución, por lo que va cambiando y desarrollándose como lo hace la vida misma, que vertiginosamente avanza sobre lo ya creado, lo sentimos parte de nuestro mundo. Además de todo esto, el acceso a la información gracias al internet es mucho más rápido, inmediato y universal, sobre un tema podemos acceder a x cantidad de autores como queramos y eso nos da más oportunidades de desarrollarnos. El acceso a la información no es solo en el aula, y ese es un problema, ya podemos contrastar las versiones que son emitidas por los educadores y los planes de estudios, con información seleccionada y quizás más actualizada que en los libros y textos que se manejen en las instituciones, la educación debería ir por el sendero de brindar los caminos para acceder a esa información, la forma de depurarla y procesarla, desarrollar criterios propios, de selección, pero dejando al individuo motivado por su afán de investigar, y crear, «crecer jugando», desarrollar sus propias tesis y posiciones sobre los temas que le involucre en ese proyecto.
Es falsa la posición de que la computadora aísla al individuo y lo distrae, ya que a la hora de estudiar, al estar frente a una base de datos tan enorme es como volver a la educación particular del Renacimiento, con los profesores pupilos, dejando atrás el concepto industrial de escuela que tenemos hoy día, donde nos agrupan por edad, simulando la fecha de ingreso al sistema, donde para cada uno hay el mismo tiempo dedicado y donde el mensaje se reparte en forma masiva, eso no está bien, no todos aprendemos al mismo tiempo las mismas cosas y el intelecto se desarrolla en forma única, además, gracias al boom informático el 96 % de nuestra población tiene acceso a internet y a un computador, eso nos brinda una increíble posibilidad de acceder individualmente a información interactiva, en forma audiovisual, en forma escrita y hasta a consultas y foros con educadores nacionales e internacionales, la herramienta está, solo falta dar el paso para integrar las nuevas tecnologías a lo existente, por eso opinamos que nuestra educación debe evolucionar a lo que se conoce como «educación líquida», esto asume movilidad y una estructura tal que permita adaptarse constantemente a los cambios de la sociedad. Pero este sistema implica un reto importantísimo ya que presupone la abstracción a la estructura misma y modificar esta, requiere un compromiso de la sociedad toda, ahora ¿como individuos estamos dispuestos a cambiar las formas con las que nos hemos construido como sociedad durante décadas? De nuestra generación depende esta revolución… || |