Eleonora Cristofani |
Roberto Arlt y Felisberto Hernández han logrado cautivar al público rioplatense por su capacidad para transformar hechos cotidianos en historias apasionantes. |
La mayoría de los lectores —sobre todo aquellos que se sumergen sin restricción en la lectura y que disfrutan de una buena obra literaria— tiende a pensar en algún momento que los creadores de dichos relatos maravillosos constituyen una especie de «genios creadores», se tiende a imaginarlos como seres mágicos, cercanos a la divinidad. Dicha idea no es un invento ni descabellado, ni moderno, sino que por el contrario se remonta a la época de la Grecia antigua, donde los poetas eran considerados seres elegidos para transmitir la palabra de los dioses, también podemos referirnos a la época del Romanticismo, donde se creía en el poeta como un ser diferente, especial e iluminado. A Hernández y Arlt no solo los une el hecho de que ambos hayan nacido en el Río de la Plata a principios del siglo XIX, sino que además están vinculados por su carácter de «antihéroes». Contrario a la idea de que Roberto era un genio literario, nos encontramos con un personaje desaliñado, desprolijo y soñador. Aquellos que lo conocieron cuentan que sus manuscritos eran ininteligibles, su letra era muy difícil de comprender y las faltas de ortografía invadían todas las páginas sin excepción. De todas maneras, esta falta era compensada con una mente sumamente activa e inquieta, su vida giraba en torno a sus proyectos, no solo de índole literaria, sino que constantemente se le ocurrían ideas para crear negocios de índoles diversas, que nunca llegó a concretar. Por otro lado Felisberto tenía una disposición increíble para el fracaso. Su profesión de pianista nunca resultó ser del todo exitosa, por el contrario, en uno de sus cuentos más famosos llamado El cocodrilo relata las penurias económicas por las que tuvo que pasar antes de convertirse en uno de los escritores mas leídos en toda Latinoamérica y Europa. Hernández comenzó a tener conciencia de escritor años después de comenzar a escribir historias en un cuaderno, de tal forma que desconocía por completo el hecho de que esos relatos eran obras magníficas. Si no hubiera sido por la participación de uno de sus amigos, quien leyó y catalogó a sus relatos de brillantes y sorprendentes, Hernández nunca se hubiera percatado de que esos relatos que para él eran simples e insignificantes podían ser tan valiosos para la cultura literaria y lo podían convertir un exitoso escritor, compensando así su fracaso como pianista. Sin duda podemos reconocer a Roberto Arlt y Felisberto Hernández como dos de los escritores más brillantes del Río de la Plata. Para quienes ya han leído a estos dos autores y conocen del tema, seguramente coincidirán en esta distinción, pero para quien todavía no ha tenido el placer de conocer a través de su obra a estos dos grandes escritores, me gustaría recomendarles comenzar con las siguientes novelas: El juguete rabioso de Arlt y Las hortensias de Hernández. Ambas obras son novelas cortas de menos de cien páginas que se leen fácilmente, su contenido es ameno y fácil de entender, pero sus historias son fascinantes y sumamente entretenidas, algunos de los temas que tratan ambas novelas pueden resultar incluso controversiales y pueden derivar en una gama muy variada de opiniones. || |
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