El silencio de los inocentes (La muerte de César Casavieja)

Jorge Trindade

 

Días pasados, mientras los titulares de la prensa y las cámaras de los canales se centraban en el motín en los módulos 4 y 5 del COMPEN, mientras los familiares de los presos intentaban cortar la circulación en los accesos a Montevideo, mientras el tema era polémica en lo político, en lo social y hasta a nivel internacional, casi simultáneamente, otra noticia se colaba en los portales aunque no con la magnitud de la primera.

Había fallecido César Casavieja, funcionario de seguridad de un supermercado de Nuevo París, salvajemente baleado, estando ya herido y en el suelo, por tres delincuentes que asaltaron el comercio. Quizás muchos recordemos ese asalto, uno de los tantos ocurridos en el mes de enero, quizás incluso muchos recuerden el nombre de César Casavieja, quien durante años se desempeñó como cronista policial en distintos e importantes medios de prensa.

Personalmente tuve el privilegio de que César fuera cronista policial del programa «Puntos de vista», que conduje hasta hace unos pocos años en CX26. Compartimos entonces casi a diario las múltiples peripecias policiales que nuestra sociedad ha ido acostumbrándose a vivir, cada vez con más intensidad, a lo largo de las últimas décadas.

Recuerdo de César su responsabilidad para el trabajo, su dedicación para cubrir no solo lo obvio sino también para investigar todas las vertientes de un asunto y —no menos importante— su valentía para denunciar lo que hubiera que denunciar sin importar a quién se involucraba en los niveles que correspondiera.

Recuerdo su franqueza, el brindarse a la amistad y un sentido casi innato de justicia.
No me extrañó cuando me enteré de que había sido baleado saliendo a enfrentar a los delincuentes, así era César. Decidido y valiente para enfrentar lo ilegal en el terreno que fuera. No era de él esconderse para conservar la vida o para no arriesgarse.

Sí me extrañó su muerte, porque creí que su fortaleza moral y sus convicciones lo llevarían a ganarle a esas balas cobardes, pero pasó, como a tantos uruguayos día a día, noche a noche, le tocó a César esta vez caer vencido por la injusticia y la delincuencia. Quienes fuimos sus compañeros, sus amigos, mantendremos su recuerdo con honor. Que su familia que saludo solidariamente, por encima del dolor, también lo haga.

 
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