El otoño de sus vidas |
Jorge Castro Latorre |
Mientras el mundo de los activos marcha a velocidades vertiginosas, nuestros viejos van quedando a la vera del camino. |
Uruguay, país de viejos se suele decir, y las cifras de nuestra demografía así lo indican, una sociedad que muy poco crece en su número de habitantes, cifras de naciones altamente desarrolladas. Ello tiene como consecuencias sistemas de alerta en materia de seguridad social, se habla de los «gastos» que esto implica, por los problemas derivados del Acto Institucional n.º 9 de la dictadura, el único que no se derogó una vez reinstalada la democracia, y que fuera reformado por el sistema de las AFAP en el año 1996, y al que al día de hoy, que probó que funciona, el Gobierno a exigencias del PIT-CNT quiere derogar, y realizaron leyes para que en principio la gente fuera sola a «borrarse» y pasar al antiguo y coexistente sistema de solidaridad generacional. Pero no es ese el punto al que me quiero referir, no al aspecto económico de las jubilaciones sino al aspecto social, familiar, de vivienda y de salud de nuestros viejos. |
¿Quién tiene en estos momentos electorales algo en su «discurso» referido a ellos? |
Uruguay vivió grandes oleadas migratorias, una primera en los años 70 previo a la dictadura, hacia los Estados Unidos y Australia básicamente, sin dejar de reconocer las continuas por razones geográficas a la Argentina. Luego sucedió otra gran oleada de migrantes hacia muy diferentes destinos por la situación política reinante en el país, una situación que se reiteró en los años 80, nuevamente por problemas económicos, y de allí en adelante un flujo constante, continuo, que alcanzó su punto máximo en los años 2000 cuando la gran crisis. Estas situaciones que todos conocemos, del barrio, de las familias, del trabajo, desmembraron hogares enteros. Generalmente los primeros en irse eran los hombres jóvenes, los matrimonios jóvenes, hombres de mediana edad, que luego llevaron más tarde, ya consolidados, a sus esposas e hijos. ¿Quién no conoce de estas situaciones? Pero siempre fueron quedando sus familiares mayores, de allí en adelante el desarraigo se siente siempre, profundamente, sufre el que se va y mucho sufren los que se quedan, ¿y quiénes se quedan?, los padres, los abuelos. Los primeros tiempos todo es teléfono, cartas antiguamente. Hoy, el mundo interconectado por la magia de la tecnología y la Internet, tiene «presentes» a las familias por el e-mail, el WhatsApp, el video, el teléfono, el mensaje de texto, pero ya no es ni será nunca lo mismo. Volveré sobre el tema enfocándolo desde otros puntos de vista y quizás también con algunos relatos, simplemente piénsalo, piensa en tu derredor, observa lo que a tu lado está pasando, y luego me cuentas si en todo esto no tengo algo de razón. || |
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