Peligro de muerte |
Miguel Rodríguez |
La convivencia humana se fundamenta, en gran parte, en la existencia de una extensa malla de deberes y derechos, escritos o no, que configuran «las reglas de juego» de la sociedad. En otras palabras: no podés hacer lo que quieras, podés hacer todo lo que la ley no prohíbe y que no afecta los derechos de otros y tenés la obligación de hacer muchas cosas que son tus deberes… Para que todo funcione adecuadamente aceptamos que determinadas instituciones (justicia, policía, intendencias, impositiva, etc.) tengan posibilidades de controlar que se cumplan dichas reglas y que puedan sancionar su no cumplimiento. Hoy nos ocupa la Intendencia de Montevideo (IM). Hace un par de años volcaba una camioneta de transporte de escolares y por no tener los dispositivos mínimos de seguridad fallecía una niña. Semanas atrás caía un enorme árbol y mataba a una joven madre. Ambas muertes se vinculan a la falta de control de la IM, o sea, el no cumplimiento de las funciones que la ley le asigna, tal es así que luego de estos nefastos hechos salió corriendo a controlar y a tomar medidas, algunas de ellas hasta pintorescas como lo fue el extraño radar que contrató a costos siderales. Muchos controles que la Intendencia no cumple pueden derivar en desgracias y muerte de vecinos y no es cuestión de salir después de que ocurren sino que la cosa es ejercer los controles rutinarios que operan como mecanismos de prevención y de educación. Fallas o ausencia de controles, corrupción, exacerbado corporativismo y negligencia están provocando tragedias y muertes en la Argentina donde los trenes suburbanos y subterráneos corren sin los mínimos niveles de seguridad. Los más de veinte años de gobierno frenteamplista y su errática y fraudulenta relación con ADEOM han generado un monstruo de miles de funcionarios y de cientos de «asesores» contratados que devora casi dos millones de dólares por día arrancados de nuestros bolsillos. Cada día la Intendencia terceriza más funciones, sus empleados cada vez trabajan menos y cada vez cobran más. Lo que se está quedando sin tercerizar pero sin cumplir es la muy importante función de contralor, lo que provoca diariamente disfunciones tales que dificultan la convivencia y empeora cada día la calidad de vida de los vecinos. Repasemos la función de los inspectores de tránsito… los tristemente famosos ch…, los que tienen miedo de salir solos a las calles. «La ley soy yo», le dijo un inspector a una señora mientras la «patoteaba» y esta lo filmaba. El tránsito es un caos y nadie educa ni controla en forma. Hay preguntas que nadie contesta y en ellas muchas veces nos va la vida. ¿Por qué los inspectores hacen paros en días en que se pueden producir más accidentes mortales? ¿Por qué cada día cumplen menos con su función de educar? ¿Por qué no aparecen en las calles cuando colapsan los semáforos por tormentas? ¿Por qué razón cobran parte del monto de las multas que aplican? ¿Por qué son tan odiados por los vecinos? Pero la cosa de los controles va más allá, no se controlan: las frecuencias del transporte capitalino, los servicios de emergencia los días de paro, la limpieza de los vehículos, los ruidos molestos, las emisiones contaminantes, el estado de marquesinas, los edificios ruinosos, la venta callejera, las ferias, el estado de las veredas, los carros de hurgadores, los bolseros… En fin, la Intendencia de Montevideo no controla nada… Pero no para de dictar normas y de hacer cada día menos vivible nuestra ciudad. Si los funcionarios municipales fueran tan solidarios, como lo afirma ADEOM, serían ellos mismos quienes pondrían límites a las omisiones que cometen las autoridades municipales y no serían factores multiplicadores de las fallas, como hoy ocurre. A juzgar por las deficiencias que a diario constatamos en las calles, podemos, con bastante lógica, dudar de la manera en que se está controlando la calidad de los alimentos o el estado sanitario de la ciudad en general. |
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