Ludopatía (I)
Claudia Groba
 

Fui un par de veces al casino, con una cifra ínfima. Cuántas ilusiones se hace uno, ¿no? ¿Y si saco algo? ¡Me hago aquel viajecito!, o pago todas las cuentas. Pero no, no saqué ni un mango y me fui, a pesar de que había un cajero automático disponible, me fui.

¿Que intrínsecas emociones pasan por el adicto al juego? ¿Qué nos lleva a gastar hasta el último peso para poder saciar estos incontrolables deseos?

La ludopatía es un impulso irreprimible de apostar en juegos de azar, a pesar de ser conscientes de las consecuencias que esto tiene, no superamos el deseo de detenernos.
El juego patológico se considera un trastorno de los impulsos —igual que la cleptomanía y la piromanía. Los criterios diagnósticos utilizados tienen el mismo diseño que el de las adicciones a sustancias, aunque se trata de un problema conductual.

Sin duda alguna trae consigo un sinfín de trastornos en la vida. Para poder jugar, se llega a pedir prestado dinero, hipotecar y hasta delinquir, aniquilando la vida familiar y social. Por esto es la adicción que acarrea más intentos de autoeliminación.

La ludopatía es más frecuente en mujeres que en hombres y entre treinta y cincuenta años de edad. Se juega para evadir los conflictos y los sentimientos de angustia, mintiendo sobre el dinero que se gasta y el tiempo que se invierte en esto. Escapar al mundo de los juegos es soñar con un mundo fantástico donde las cosas materiales se consiguen sin ningún esfuerzo, creando imágenes de maravillas que se realizan con el premio obtenido. Se percibe una irritabilidad al tratar de jugar menos, y ahí es donde hay que tomar conciencia y buscar ayuda, porque la negación del problema complota contra una posible rehabilitación. La intolerancia a la frustración, la incapacidad para ponerse en contacto con sus emociones así como una baja autoestima son factores en común con otras adicciones.

Se estima que en nuestro país hay 60.000 ludópatas y otro tanto en «juego problemático». El tratamiento de las personas con ludopatía comienza con el reconocimiento de la dificultad, así que no integremos las estadísticas y consultemos a un profesional. La decisión es solo nuestra.

 
 
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