Votar a los dieciséis
Gonzalo Munhos
 

Desde el impulso por bajar la edad de imputabilidad penal a los delitos graves, se han escuchado derivaciones posibles que vendrían aparejadas a esa baja, como ser el derecho al voto. Para esto, alcanza con tener en consideración el texto presente en cada papeleta de firma que dice «[…] en los procedimientos penales seguidos a menores de dieciocho años, el Tribunal actuante podrá admitir como eximente o atenuante la ausencia de madurez o discernimiento suficientes […]», para desentrañar que no siempre el menor de dieciocho años posee la capacidad de comprender cabalmente los efectos que despliegan sus acciones. En esa línea de pensamiento, no parece ser buena cosa que se le habilite a elegir a quienes nos gobiernen.

Llevado a otras escalas, hoy en día el menor con quince años puede contraer matrimonio, y con dieciséis años cumplidos tiene acceso a una licencia de conducir categoría G2, que lo habilita a dirigir motocicletas de hasta 50 cc. Esto significa que ya a esta edad se tienen derechos adquiridos. La obligación de respetar los derechos de otros se tiene a cualquier edad, son imputables desde los diez años, y se les podrá sancionar en su incumplimiento con mayor dureza desde los dieciséis o dieciocho años del infractor, pero decir que el proyecto de baja de la edad de imputabilidad penal sólo trae responsabilidades, y que sin embargo no existan mayores derechos, es falso.

Ahora bien, equiparar a ese menor con la plenitud de derechos y obligaciones de un mayor de edad no da garantías, cuando desde la propia letra de los impulsores aclaran que el imputado puede presentarse no maduro o falto de discernimiento. A la hora de votar no habrá ningún tribunal que ante cada menor defina si está apto o no para sufragar, sino que libremente lo hará. No es deseable que alguien de esas características incida en la conducción política del país. Parece prudente mantener el mínimo electoral en dieciocho años.

 
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