Con origen en el término latino normalis, el concepto de normal se refiere a aquello que se encuentra en un estado al que se lo considera como natural. El término también se refiere a lo que actúa como regla, canon o modelo, y a lo que se ajusta, debido a su naturaleza, a preceptos establecidos con antelación.
En psicología la palabra normal es muy poco utilizada, sin embargo, si hubiese que utilizarla en el mismo enunciado que la palabra humano podría decirse que alguien normal sería quien responde de forma estadísticamente esperable al momento de enfrentar la realidad, la calificación de conductas de carácter patológico o salidas de esa estadística refieren a aquellas que se encuentran dentro de algún tipo de trastorno de la personalidad.

Cuando se quiere calificar como normal a un humano o ser viviente siempre vemos que este adjetivo se le asigna a aquel que carece de diferencias significativas con su colectivo, aquello que es regular, ordinario. Cualquiera de estas interpretaciones obviamente tienen en común que son términos estadísticos que hacen referencia al promedio aceptado esperable dentro de un contexto.

Muchas veces escuchamos a personas decir «siento que no soy normal», ya sea por convicción propia o por una convicción que les es generada por su entorno. Y aquí voy a traer una pregunta: ¿qué le hace pensar a una persona que alguien no es normal? Seguramente siente que ese alguien actúa de forma extraña, rara, diferente.

Pero ¿diferente a qué?, ¿a quiénes?, la idea de lo que es normal para el imaginario colectivo en principio es eso, una idea, una idea influenciada por lo que se conoce como estadísticamente normal. Ahora bien, algo que muy poca gente tiene en cuenta es que esa estadística en las ciencias humanas nunca está suficientemente actualizada ni suficientemente adaptada al contexto, contexto que es dinámico, cambiante.

Actualmente vivimos una época en la cual para el imaginario colectivo el concepto de lo que es normal (o no) está notoriamente desactualizado. Esto es muy perjudicial para la salud mental de las personas ya que si partimos de la premisa de que pertenecer (pensarse como parte de) es algo saludable, que ayuda en la formación de la identidad y el desarrollo de la personalidad, no es muy difícil llegar a la conclusión de que un gran porcentaje de personas en este mismo momento se sienten fuera de la normalidad social, lo que está generando en muchas personas un rechazo personal inconsciente por no sentirse aceptados.

En un país con un numero alarmante (entre los primeros del mundo en porcentaje) de casos de depresión, población medicada con psicofármacos, suicidios, esto es algo que no debería pasarse por alto.

Pero entonces, ¿cuál es la forma recomendable de pensar qué es lo verídicamente normal? Utilizando la mejor herramienta que tenemos, el pensamiento crítico, pensar críticamente es cuestionarse la realidad utilizando la lógica, detectando las falacias en las afirmaciones de la vida cotidiana que la mayoría de la sociedad acepta como verdaderas.

Las personas que viven dejándose llevar por la corriente, sin analizar la realidad, justificarán sus actitudes por el simple hecho de que están siendo «normales» y continuarán etiquetando al distinto, sin embargo esa normalidad de la que muchos se enorgullecen es la que mantiene a la sociedad funcionando como hoy funciona. No hace falta entrar en detalles estadísticos para decir que la sociedad está funcionando mal. Querer hacer lo correcto debería ser la actitud humana normal básica.

Entonces, ¿es normal querer ser parte de una sociedad que justificándose en que están actuando de forma normal viene destruyendo al planeta y destruyéndose a sí misma? Si la respuesta es no, entonces entenderán que queda al descubierto una nueva realidad, hoy podemos afirmar que si bien existen anormalidades humanas de tipo patológico, quienes deciden conscientemente mediante el análisis crítico no actuar como la mayoría podrían ser los normales del futuro.