El califato islámico vs. Occidente |
Marcos Benítez Rubianes |
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Hace algún tiempo que estamos escuchando sobre este grupo islámico radical. Pero, ¿qué es lo que conocemos realmente sobre ellos y cuáles son las repercusiones para la cultura occidental y el panorama de siglo XXI que se está gestando? |
En el escenario internacional es normal reconocer fácilmente amigos y enemigos, más cuando tenemos una línea mediática y editorial que se vuelca mayormente al occidentalismo como cultura reinante. Desde los ataques del 11/9 el mundo se está volcando a una nueva cortina de hierro, en este caso es una cortina dogmático-religiosa. Antes eran dos superpotencias, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas vs. Estados Unidos-Europa, que se batían en duelos ideológicos, y en partidas de esgrima tácticas en diversos escenarios bélicos, como Vietnam, a modo de ejemplo. Desde que el presidente de los Estados Unidos Barack Obama decidió hacer un giro en su política internacional, principalmente con la salida de Irak y posteriormente Afganistán, dos estados acéfalos sentaron las bases para el surgimiento de células islamistas radicales. De este perfecto caldo de cultivo, de orden secular destruido, millones de desplazados por la guerra, pobreza, crisis política y económica, surge un grupo que hoy está llamando la atención de todo el mundo, y no sólo del occidental. Nos referimos en este caso al autodenominado Estado Islámico de Irak y el Levante, en inglés, ISIS. Su surgimiento se remonta a Irak en el 2003 para hacer frente a la invasión en la guerra de Irak, apoyado en la red mundial terrorista Al Qaeda. Algo muy interesante de este grupo es que hasta hace poco eran «aliados» de Occidente, sí, aunque suene descabellado, Occidente viene apoyando a este grupo hace algún tiempo. ¿Dónde?, en nada menos que Siria. Desde el levantamiento popular contra el régimen de Bashar Al-Asad, Occidente se ha proclamado a favor de estos levantamientos, un poco más que entusiasmado por la conocida «Primavera Árabe». Dentro de estos grupos civiles que se alzó contra Bashar, un grupo terrorista conocido en aquel momento como Estado Islámico de Irak (EI) hizo entrada en el campo internacional. Lo que está poniendo nervioso a Occidente es que el EI ya controla varias de las principales ciudades iraquíes, Mosul, Faluya y Raqqa, siendo esta última su sede principal. En agosto, preocupado por la persecución de diversos grupos étnicos y religiosos, como los cristianos, por parte del EI, Obama autorizó el bombardeo táctico de posiciones de este grupo en Irak. Es interesante ver cómo en Siria indirectamente se ha apoyado a estos grupos incluso hasta financieramente, en pos de derrocar a Bashar. Al contrario, en Irak se los bombardea para no perder el control sobre los riquísimos campos petrolíferos que hoy, controlados por el EI, proveen de unos 30 millones de dólares mensuales, según expertos iraquíes. Con ese presupuesto mensual, y un ejército calculado en los 10.000 hombres, armados y yihadistas, nos preguntamos, ¿por qué se los ha dejado llegar tan lejos? El EI ya ha anunciado su intención de crear un califato islámico, que quiere controlar todo el norte de África, Oriente Medio e inclusive España en Europa, por sus raíces musulmanas, principalmente en el sur de la Península Ibérica. Podemos ver en el mapa gráficamente cuáles son sus intenciones. Pareciera que la historia de fracasos en política exterior de Obama va dejando una gran lección aprendida. A veces los enemigos de nuestros enemigos se convierten en nuestros amigos, pero no a largo plazo. Esto ya debería saberlo Estados Unidos cuando apoyó a los talibanes, en Afganistán, en la década de los 80 para luchar contra la invasión soviética. Hoy está pasando prácticamente lo mismo, pero en un mundo que se está demarcando por un conflicto cultural bastante más amplio. Está en ciernes ahora mismo la creación de un problema que seguramente demarcará el siglo XXI, la lucha entre dos modelos, el occidental y otro, uno sumamente radical, que no entiende siquiera de pequeñas diferencias, el radicalismo islámico. Así como la Unión Soviética persiguió sistemáticamente a la oposición de cualquier tipo, en este caso, el EI está persiguiendo incluso a los mismos musulmanes que no siguen la ley islámica. El islam forma parte de la cultura en Europa desde hace siglos, esto, sumado a la permeabilidad ideológica de las nuevas generaciones gracias a las redes sociales y la internet, está provocando que inmigrantes incluso de segunda o tercera generación de Europa estén emigrando para luchar en las filas del EI, para luego volver como yihadistas muy bien entrenados a vivir en las grandes capitales europeas, como Londres, Berlín o Madrid. Un mundo globalizado, que está viendo las consecuencias de políticas mantenidas a lo largo del anterior siglo, que en una realidad cambiante, ya no bipolar, propone nuevos desafíos para el desarrollo de una paz sostenible. Una meta más a sumar a la del crecimiento político. Lo que nos queda claro es que la injerencia de Occidente en conflictos externos ha dejado de terminar como un cuento feliz, de un pueblo liberado que se torna pacíficamente a la economía de mercado y a la democracia. || |
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