¿Juramento hipocrático?
Gabita Uy
 
Dos clases de médicos en el proceso de diagnóstico del síndrome de Sjögren.

Los médicos son seres humanos como el resto de nosotros y se equivocan.

Ahora, hay dos clases de médicos:

1. Los que respetan y cumplen el juramento hipocrático y son humanos.

2. Los que ignoran el juramento hipocrático y para quienes los pacientes son solo números, no personas, o fuente de ingresos. Los ginecólogos que te atienden bien si les pagás el parto pero no recuerdan ni tu nombre ni indicarte medicamentos o análisis importantes solo porque estás en desacuerdo con tener que pagar por el «acto médico», por algo que debería ser su obligación luego de «cuidarte» nueve meses.

A mí me pasó: se olvidó de mandarme ácido fólico y una amniocentesis porque tenía más de treinta años. A la amiga que se atendía con él al mismo tiempo y le pagó el parto le dio hasta el teléfono de su casa. Obviamente, me cambié de ginecólogo luego de que mi hija naciera por cesárea por sufrimiento fetal y problemas con la placenta que él ignoró. Ella corrió riesgo de vida gracias a él. Una divina persona, ¿verdad?
He tenido malas y buenas experiencias con médicos, como a todos nos ha pasado, pero quiero compartir una historia en particular porque fue algo que me dio ganas de asesinar a un médico, por un lado, y me mostró la excelencia como médico y persona de otros tres profesionales.

Hace más de un año y medio, empecé con trastornos premenopáusicos. Tenía entonces cuarenta y un años. A veces me venía el período, a veces no y varias veces me vino dos y hasta tres veces en el mismo mes.

Cuando se lo comenté a mi ginecólogo (con el que me atendía desde el año 2004), me dijo que era normal y que me podía pasar durante cinco años hasta que se me retirara definitivamente el período (menopausia).

En ese momento, yo tenía HPV [siglas en inglés de virus del papiloma humano] y me iba a hacer controles semestrales. Cuando fui al próximo le reiteré que me seguía pasando y le pedí un estudio hormonal. Me dijo que no era necesario porque era obvio que me iba a dar mal.

 

Casi dos años para que alguien escuchara mi pedido de un estudio hormonal. Dos años donde mi vida llegó a estar en riesgo. Dos años donde no tuve anemia gracias a una doctora que me escuchó y se preocupó por mí.

 

Cuando fui este año a hacerme el último control de HPV (si era el cuarto negativo pasaba al control anual, por suerte) y luego de hacerme los análisis de rigor (negativos todos por suerte), le reiteré que seguía con problemas de varios períodos en el mismo mes y le volví a pedir un estudio hormonal. Se negó otra vez pero me dijo: «No me habías dicho nada de tal frecuencia de sangrado» (?). La solución que me dio fue colocarme un DIU [dispositivo intrauterino] específico para la disminución del sangrado (cuesta alrededor de $ 10.000 más el costo de la colocación).

Salgo de ahí, me encuentro con una amiga, le comento el tema del DIU y me cuenta que a muchas mujeres que conocía que usaban ese DIU, a corto plazo se les había retirado el período. Es decir, no solo disminuye el sangrado sino que, en muchos casos, te lo corta definitivamente. Me pregunté entonces: ¿y cómo te enterás de que entraste a la menopausia?

Con esa información, decidí que de ningunísima manera me iba a colocar algo que iba a alterar el proceso natural de mi cuerpo. No estoy de acuerdo, para mí, con tratamientos hormonales o similares. Quiero transitar ese proceso natural en toda mujer así: de forma natural.

Cuando le comenté a una amiga el tema del sangrado frecuente, me dijo que podía ser un problema de tiroides y que no perdía nada con hacerme el análisis. Lo pensé y decidí que tenía razón, así que pedí hora con una doctora de mi total confianza, le expliqué y me indicó el análisis. Dio negativo. Me recomendó que tomara fitoestrógenos. Hace más de un año y medio que los tomo (me los regala una amiga que los consigue a buen precio en el hospital en el que trabaja) y este año los complementé, por recomendación de un amigo que vive en Perú, con maca peruana que también tiene fitoestrógenos y varias cosas más específicas para el climaterio.

Hace cuatro meses empecé con otros problemas de salud: veo borroso, se me secan los ojos y siempre tengo sed. Dado que tuve diabetes gestacional y por descuidada tenía sobrepeso, fui al endocrinólogo. Resultado: negativo. También consulté a mi oculista, la que no me encontró nada extraño tampoco, me recetó lágrimas artificiales y me dijo que volviera a verla cuando me diagnosticaran. El endocrinólogo me dijo que probablemente tenía síndrome de Sjögren (una enfermedad autoinmune [ver nota aparte]) y me derivó a un internista específico.

Este internista me indicó dos estudios y también se negó a mandarme el estudio hormonal. Los dos estudios dieron negativos. Me dijo que volviera en un mes a ver cómo seguía y más adelante (tipo seis meses o más) repetíamos los análisis pero que síndrome de Sjögren no tenía.

A esa altura, yo ya no solo veía mal; me dolían las rodillas; se me acalambraban las piernas y pasaba tropezándome y cayéndome en la calle sin motivo. Bajé once kilos en dos meses y empecé a tener insomnio, ambos causados por la angustia generada por cuatro meses de investigación sin diagnóstico.

Otro amigo, que sabe mucho de medicina alternativa, me sugirió que consultara una segunda opinión.

Acepté su sugerencia y fui a ver al mejor internista de la institución, el cual, además, sabe mucho de enfermedades autoinmunes. Me indicó una batería de análisis que el otro internista omitió, me informó que muchas enfermedades autoinmunes se «esconden», es decir, dan negativas en todos los análisis pero eso no significa que uno no las tenga y que todos mis síntomas concordaban con el síndrome de Sjögren. Después de haberme informado al respecto (vía Internet y con otra amiga que lo tiene), yo pensaba igual que él (hasta lo bauticé «el sueco»). Le comenté de mis problemas hormonales y él sí me indicó los estudios correspondientes.

El estudio hormonal me dio pésimo. Luego de consultar por teléfono con un internista amigo sobre qué hacer, pedí hora ipso facto con otro ginecólogo, al que acudí acompañada por la madrina de mi hija como apoyo moral y para que se asegurara de que yo entendiera todo bien.

Resulta que sí estoy en pleno climaterio, cosa que ya sabía, pero el detalle es que, además, lo estoy teniendo a un ritmo acelerado para mi edad, por lo que llegaré a la menopausia en menos de cinco años como me había dicho el otro ginecólogo (entre un año y dos estimó este doctor). Le dije que tomaba fitoestrógenos, no estuvo de acuerdo y me quiso indicar un tratamiento hormonal a lo que me negué (¿laboratorio pobre y natural versus laboratorio multinacional? Mmm…). La maca peruana ni sabía que existía.

Me dijo que volviera en un año para controlarme, que ni se me ocurriera embarazarme porque ya estaba vieja para eso («biológicamente estás en edad de ser abuela, no importa lo que esté de moda socialmente», fundamentó). Muchísimos riesgos para mí y altísimas probabilidades de que el bebé naciera con problemas, por ejemplo: síndrome de Down. En el caso de que tuviera hemorragias sí debía ir a verlo inmediatamente porque había que internarme y hacerme un legrado por el riesgo de infección y, fundamentalmente, de anemia.

Cuando salimos de la consulta con mi amiga, le pregunté a qué se refería con las hemorragias porque yo no había entendido bien y me lo explicó. Haciendo memoria, recordé que tuve al menos tres hemorragias mientras me atendía el anterior ginecólogo. Tres. Y él no hizo nada. Podría estar anémica o haberme agarrado una tremenda infección y poner en riesgo mi vida.

Tanto el ginecólogo que me atendió durante el embarazo, el que me atendió luego y el primer internista pertenecen al grupo 2 que nombraba al principio.

La doctora que me recetó fitoestrógenos, la oculista, el segundo internista y el tercer ginecólogo pertenecen al grupo 1.

No tuve ni tengo anemia porque tomo fitoestrógenos y consumo carne. Tampoco tengo tufonadas (las conocidas comúnmente como «calores») gracias a los fitoestrógenos. El segundo internista no solo tuvo la gentileza de indicarme los estudios hormonales sino que me diagnosticó «el sueco» y estoy en tratamiento para mejorar mi calidad de vida. La oculista me está controlando la vista con frecuencia porque tanto «el sueco» como los corticoides (la medicación que se utiliza para las enfermedades autoinmunes) pueden afectar mi vista. «El sueco» puede lesionarme seriamente.

Casi dos años para que alguien escuchara mi pedido de un estudio hormonal. Dos años donde mi vida llegó a estar en riesgo. Dos años donde no tuve anemia gracias a una doctora que me escuchó y se preocupó por mí.

Lo de mis amigos sin palabras. Si no fuera por sus consejos, apoyo y ayuda, tal vez tampoco estuviera hoy aquí escribiendo esto. Gracias Rosma; Anabel; Carlos; Mariana, Camilo; Cristina; Raquel y Gerardo.

Cuatro meses de angustia por la falta de diagnóstico de mi enfermedad autoinmune hasta que tuve la fortuna de encontrar un internista que me escuchó; me indicó los estudios hormonales sin que fuera su obligación; se preocupó y me medicó para mejorar mi calidad de vida (las enfermedades autoinmunes son crónicas, o sea, no tienen cura) y una oculista que también escuchó, se preocupó y me controla cada tres semanas para que ni «el sueco» ni los corticoides afecten mi vista.

Gracias Gaby, Pablo y Carmen. No me alcanzará la vida para agradecerles lo que hicieron por mí.

Cabe aclarar que a todos los médicos los conozco hace tiempo. A los buenos y a los malos. Si fuera una ilustre desconocida, ¿los del grupo 2 me habrían ignorado aún más? La posible respuesta me aterra por el resto de los usuarios de la salud que consultan por primera vez. Denunciarlos no sirve de nada. El corporativismo médico los protege. Solo podés correr la voz a otros pacientes para advertirles. El boca a boca es la única solución hoy y me parece algo indignante. ¿Hasta cuándo?, me pregunto.|

 
«El sueco»

El síndrome de Sjögren (llamado así en honor del oftalmólogo sueco Henrik Sjögren [1899-1986]) es una enfermedad autoinmune, crónica y sistémica que afecta principalmente a las glándulas exócrinas, que son las encargadas de producir saliva, lágrimas, mucosas y secreciones vaginales.

Es autoinmune porque afecta al sistema inmunológico, que se vuelve contra el propio organismo. En el caso del síndrome de Sjögren, las glándulas lagrimales y salivales son las principales atacadas, provocando sequedad. Sin embargo, al ser una enfermedad sistémica, cualquier parte del cuerpo puede verse afectada, como las articulaciones, los músculos y la piel.

Es crónica, por lo tanto, incurable. Su causa es desconocida, aunque se manejan teorías que involucrarían factores genéticos, ambientales u hormonales. Su progresión es lenta, por lo que pueden pasar varios años entre su aparición y su diagnóstico.

Los síntomas varían de persona a persona. Los principales son ojos secos (ardor, lagañas, sensación de ojos arenosos) y boca seca (sequedad en boca y garganta, dificultad para tragar, cambios en los sabores).

El tratamiento varía según la diversidad y gravedad de los síntomas. 

Nueve de cada diez personas que lo padecen son mujeres. [volver] ||

 
 
 
 
 
 
 
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