| Me niego a ser parte de esa minoría... |
| Leyla Martin |
| ... Que quiere imponer su visión a todo un país, aun en contra de su voluntad. |
No, esta nación tiene otras riquezas… no meramente materiales; tiene múltiples tesoros naturales y humanos. Esos que nos hacen soñar, creer que un mundo mejor es posible y en lo concreto, que una Venezuela mejor es posible. Todo eso que añoramos tanto ahora, porque ha pasado a parecer una utopía, existe, sí existe. Gran parte de ello está en cada uno de los habitantes, en el pueblo de este grandioso estado que, sumido en las controversias de la «política» de sus últimos tiempos, ha olvidado cuál es su verdadera esencia... Qué es lo que siempre lo caracterizó, como su mayor y más preciado gentilicio: la amabilidad; la camaradería, en el mejor sentido del término; la hospitalidad; la cooperación que siempre lo identificó y pareciera haberse ocultado, enredada en discursos plagados de ideología arcaica que nos aturde, pero que a algunos, a pesar de todo, convence, cegados por la luz artificial que representa la promesa del falso mesías, ahora reencarnado ante la muerte del que dio origen al mito. Sea como sea, el norte debe ser rescatar esa parte tan preciada del venezolano, que lo distingue, y con el arma más valiosa que puede esgrimirse, la educación; ser capaces de retornar a la época en que todos éramos felices a pesar de nuestras diferencias, precariedades, insatisfacciones, carencias, desdichas, debilidades… Venezuela posee todo cuanto un país puede tener. Es un Olimpo que Dios, luego de haber definido su proyecto del Edén, nos entregó en bandeja de plata. Los más hermosos mares bañan al norte las costas que nos bordean. Llanos esplendorosos, con olor a ganado y a la masa trabajadora de esa extensión, se sitúan en el mapa. La zona Andina se erige orgullosa al este, pintada en el paisaje ya no tropical, sino coronada por las montañas nevadas y con su gente humilde, sencilla, servicial, ingenua y hermosa que cultiva y nos honra con estupendas cosechas. Caudalosos ríos bañan el territorio en todas direcciones. En el sur ruge el caudal de las aguas haciéndonos entender cuán pequeños somos ante la inmensidad de la naturaleza; poseemos el salto de agua más alto de globo terráqueo, orgullo para mostrar al universo y fuente de turismo de primera categoría. Pero, como si fuera poco, nos atrevimos a exhibir doradas arenas en una porción de desierto cálido que otrora fuera centro de atracción para propios y extraños con sus dromedarios incluidos. El azul cielo que nos cobija, sin prohibir que la lluvia nos refresque durante casi todo el año, mantiene el verde del exótico ambiente que tan noblemente nos adorna con todas las variedades posibles, respetando las particularidades de cada zona geográfica. Nación grandiosa que nos ha regalado personajes destacados en todos los campos… Cómo no sentirse orgulloso de artistas plásticos de la talla de Jesús Soto o Carlos Cruz Diez, Alejandro Otero, Francisco Narváez y tantos otros. Imposible dejar de admirar a insignes científicos que han dedicado su vida al prójimo, como Jacinto Convit, cuyos aportes a la humanidad son trascendentales: vacuna contra la lepra y la leishmaniasis, y que, todavía, a sus ya cumplidos 94 años, continúa su labor investigativa, que se encuentra muy avanzada en procura de otra contra el peor flagelo que azota a la humanidad, el cáncer. Tenemos el privilegio de que esta tierra fecunda nos haya regalado escritores tan prestigiosos, que han sido íconos de la literatura, traspasando nuestras fronteras, tales como Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri, Miguel Otero Silva y un significativo número que ocuparía muchas líneas de este artículo. Hermosas mujeres con esta nacionalidad han sido coronadas como Mis Mundo en cinco ocasiones y como Mis Universo en seis oportunidades (quedando treinta y dos veces entre las diez finalistas). Figuras del teatro, de la música y de diversos ámbitos del medio artístico, deleitan al público local y nos representan en el exterior. Se necesitarían varias páginas para describir todo lo que ha parido y ostenta este terruño y la magia que posee. Quizás, el detallar cada una de nuestras preseas sería interminable. Quizás, nunca antes evaluamos con tanto arraigo lo que tenemos, quizás, también, por aquel viejo proverbio: «Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde». Las condiciones de inseguridad, pobreza, desidia, abandono, ingratitud, desatención que vive nuestra región nos impiden hoy gozar de muchas de sus maravillas, cuyo sumario difícilmente puede reunirse en alguna otra. Es por ello que en el presente apreciamos más nuestra fortuna. Es por ello que hoy anhelamos más su disfrute. Es en consecuencia que al ver cuán profundo en el foso ha descendido este maravilloso pedazo del continente y sus habitantes, sentimos una gran opresión en el pecho, una inmensa desolación, una enorme nostalgia… Irremediablemente, entonces, tenemos que reflexionar: No. Me niego a ser parte de esa minoría que quiere imponer su visión a todo un pueblo… Yo quiero volver a tener el enfoque que vale esta hermosa patria, yo quiero regocijarme en toda su extensión a plenitud, yo quiero verla progresar y poder decir mañana a mi descendencia: no la abandonen, hijos míos; ¡quiéranla como se merece y siéntanse orgullosos, infinitamente orgullosos de haber tenido la suerte de nacer en este paraíso inigualable! || |
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