¿Qué sociedad queremos? ¿Hacia dónde vamos? |
Jorge Castro Latorre |
Un ejercicio de memoria sobre los grandes cambios que se sucedieron en las últimas décadas, en el mundo y en nuestro país. |
«Tiempos violentos» —rememorando la famosa película de Quentin Tarantino— vivimos y sufrimos en las décadas del 60 y 70 del siglo pasado, con un proceso de cambios en las sociedades que revolucionaron el mundo tal como lo conocimos en aquellas décadas. Desde la píldora, que revolucionó el sexo, y consecuentemente formas de vida, el movimiento hippie, las revoluciones en la música, desde Elvis Presley al nacimiento de Los Beatles, se produjeron fuertes corrientes que desplazaron de los primeros lugares al tango en el Río de la Plata. La ruptura de todo un mundo de tradiciones, la Aldea, como se solía decir, a la integración al mundo, que desde Vietnam o el Mayo de París, y las luchas por la igualdad de los negros en Estados Unidos, con sus conquistas civiles y el asesinato de Martin Luther King, sacudía realmente la modorra y el andar cansino de un Uruguay que estaba dejando tras de sí las épocas de crecimiento, de bajos niveles de crecimiento, pero de crecimiento al fin. El comercio iniciaba caminos de apertura al mundo, y las economías cerradas fracasaban en su crecimiento; con el primer Gobierno blanco de 1959 se dejaban atrás noventa y tres años consecutivos de Gobiernos colorados y se iniciaba el proceso de la reforma cambiaria y monetaria del contador Azzini, y de la primera carta intención con el Fondo Monetario Internacional, que hasta hoy jamás abandonamos. Uruguay transitaba caminos de democracia, la cual se veía sólida, el nacimiento de la deuda externa, la violencia política, que más allá de las guerras civiles solo se quebrantó en los golpes de Estado de Terra y Baldomir (el golpe bueno, como se le llamó), ya pasada la Segunda Guerra Mundial, los cambios emanados de la guerra, la nueva potencia mundial, la moda, los pantalones Oxford, el pelo largo, la mini, el bikini, la playa, las vacaciones. Se terminaban de a poco las ocho horas del hombre, que alcanzaban, y comienza el trabajo de la mujer, se va terminando de a poco la segunda casa, construida entre los miembros de la familia para el veraneo en la faja costera. Algo estaba de a poco cambiando en la sociedad, la ley de alquileres que todo lo detenía, aquellos juicios de desalojo que jamás terminaban, el fútbol, el básquetbol y el ciclismo que tantos triunfos nos trajeron a tan pequeño territorio y población, aquellas conquistas de Peñarol y Nacional en la naciente Copa Libertadores de América, que brillantemente creara Washington Cataldi, el Maracaná que aún estaba muy cerca, el México 70 que nos dejó cuartos, el quiebre institucional, los años de opresión, los cambios en la enseñanza, la ley de viviendas que ponía nuevamente en marcha la construcción, de la mano del Gobierno de Jorge Pacheco Areco y del arquitecto Juan Pablo Terra, las nuevas conquistas salariales como el aguinaldo, de los Gobiernos blancos, el salario vacacional, el mundo del trabajo que se reconvertía, el nacimiento de los cantegriles luego de aquellas inundaciones del 59, la muerte de los grandes caudillos Luis Alberto Lacalle Herrera y Luis Batlle Berres, Emilio Frugoni, la prensa, aquellos inolvidables El Diario, El Debate, El Plata, La Mañana, Extra, Marcha, El Día, un Uruguay que leía, que leía muchísimo, se informaba, debatía, discutía, los poetas y escritores, las tertulias del Sorocabana, el Ateneo de Montevideo. Todo esto es tan solo un simple ejercicio de memoria, sin rigor académico, simplemente recordando situaciones, acontecimientos nacionales y mundiales, como la muerte por asesinato de John Fitzgerald Kennedy, el mundo del cine, del que Uruguay integraba en sus salas, sus grandes salas, los circuitos mundiales, y que comenzaron a desaparecer, en cada barrio. Los liceos y la violencia juvenil que se desataba en cada lucha por los boletos, las plazas de deportes que hervían de niños y jóvenes en sana diversión y competencia, el fútbol de los barrios, los carnavales, los corsos, los oficiales y los vecinales, aquellos concursos de disfraces, un Uruguay que fenecía y daba lugar a la violencia política, el surgimiento de la guerrilla armada, la reforma constitucional del 67, que dio lugar nuevamente al presidencialismo, luego de las experiencias del colegiado, que se mostraba irresoluto, cansino, y que actuaba con reparto de cargos entre los dos partidos fundacionales. La presidencia del general Óscar Diego Gestido dio paso a la reconquista del poder por el Partido Colorado. La muerte del general Gestido a tan solo nueve meses de su asunción dio lugar a la llegada de Jorge Pacheco Areco, quien gobernó férreamente en situaciones muy difíciles, con las recordadas medidas prontas de seguridad, los cuestionamientos a sus ministros, la congelación de precios y salarios, la violencia guerrillera, todo un tiempo de convulsiones, hasta llegar a las elecciones del 71, ya con la participación del Frente Amplio como tercera fuerza política agrupando a todas las izquierdas bajo un lema común, y con activa integración de blancos y colorados. Una América en llamas, de la que solo se salvó Venezuela, las guerras civiles de Nicaragua y otros países del Caribe, Cuba y su revolución, que nos sigue hasta el día de hoy, cuántos y cuán profundos cambios, la llegada del hombre a la Luna, la carrera espacial, la carrera armamentista y el desarrollo fulminante de las centrales nucleares, y la televisión. Sí, amigos… La televisión, esa caja boba como la llaman que cambió el hábito de las familias tanto en los almuerzos como en las cenas, limitando las conversaciones y llamando a los silencios, que fueron desmembrando las formas de comunicación por otras nuevas, una interrelación diferente, y la llegada de la computación, el microondas, el celular, ufa… Cuántos cambios, para tan solo una vida… Las instancias que fueron llevando a la recuperación democrática, el plebiscito, el obelisco, las elecciones internas, el pacto del Club Naval, mucha, mucha historia, el «cambio en paz», la rotación en el Gobierno, los tres partidos alternándose en el ejercicio del Gobierno hasta que llegamos a las situaciones actuales, y a ellas nos vamos a referir. El feriado nacional recordando la figura de nuestro máximo héroe nacional, el general José Gervasio Artigas, se llenó de dolor ante la inesperada noticia de la suspensión de los actos por parte del Gobierno nacional, después aclarado que fue decisión del intendente de Canelones Marcos Carámbula. La ciudad de Sauce conmovida pues toda la vida tiene su fiesta máxima los 19 de junio, como el 25 de agosto en Florida o el 18 de mayo en Las Piedras o el 18 de Julio en la Plaza Matriz. Se han perdido muchas tradiciones, aquellos enormes desfiles militares fueron dejándose de lado por situaciones que ya pasados veintisiete años de la restauración democrática y sujetas las fuerzas militares al poder civil, bien podrían recrearse, pues siempre fueron fiestas cívicas que la población disfrutaba, como las enormes fiestas de la Jura o Promesa de la Bandera. Con el advenimiento al poder del Frente Amplio el Dr. Tabaré Vázquez dejó de realizar incluso los actos protocolares, intentando el fallido día del «Nunca más», en Plaza Independencia. José Mujica que dejó de concurrir luego de los reclamos a que fue sometido cuando la fiesta del Bicentenario en la Plaza Matriz, de donde se retiró muy molesto. Las causas de la suspensión de los actos del Sauce, la violencia sindical que podría llevarse a cabo, desmentida incluso por el propio ministro del Interior José Bonomi, los asesinatos de trabajadores como el infame crimen del joven de treinta y un años, Gonzalo Rodríguez, en la feria de La Teja, sumados a María Soledad en el balcón de su casa, el crimen del pizzero de La Pasiva y el del joven de la estación Ancap de la rambla y Mariscal Solano López, por solo mencionar algunos de los muchos y muy graves, ni que decir de los ajustes de cuentas, la violencia desatada como en el fútbol, donde son frecuentes las peleas y actos de violencia descontrolada, como el de los mal llamados festejos de Peñarol en 18 de julio que terminaron con roturas, robos y un ataque a la Suprema Corte de Justicia, ataque que se suma al perpetrado por los movimientos de defensa de los derechos humanos cuando el traslado de la jueza Mota, los insultos de los profesores al ministro Fernando Lorenzo, los continuos robos a jardines de infantes y escuelas, las balaceras del Marconi, Casavalle, los Palomares y el Borro, Cerro Norte, Casabó, pedreas a buses en los barrios y asaltos permanentes, la droga que hace estragos, el denominado grupo de los ni-ni, las 37.500 asignaciones familiares que no se pagarán, o sí se pagarán según quién hable del Gobierno, pero que suman 37.500 jóvenes que no estudian, el aumento permanente de los presos, ya en más de diez mil con cárceles llenas de más jóvenes, más pobres, más mujeres. Vemos aquí en la fotografía que acompaña la nota un joven rapiñero, muerto en un enfrentamiento con la Policía, y estos días asistimos a nuevos y atroces asesinatos, el del joven feriante de la teja, Gonzalo Rodríguez, por parte de un delincuente menor que ya contaba con dos asesinatos y estaba libre, o el del expolicía Ángel Odriozzola en Camino Carrasco y Lapuente, sumado a los cinco menores escapados del Sirpa este fin de semana pasado. Debemos de salir de este estancamiento o retroceso en valores, repensar un nuevo Uruguay más allá de la política partidaria, más allá de los colores o del partido en el Gobierno, debemos tender puentes entre la sociedad integrada y los asentamientos, que se convirtieron en guetos de pobreza, de miserias que se reproducen, poner límites, límites a la violencia desatada o a la marginalidad, a los jóvenes viviendo de y en la basura, mucho tenemos que hacer, en este mundo absolutamente cambiante con la revolución de las tecnologías, las comunicaciones, las nuevas formas de vida y pensamiento… || |
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