A 40 años sigue en boca el sabor amargo
#Columna al servicio de la libertad | Patricia Soria Palacios
 

Un tema que nos pertenece a todos como sociedad, y por ello debemos, sobre todo las nuevas generaciones, replantearnos el camino a recorrer.

«Hay triunfadores efímeros que las hojas del viento desparraman y se olvidan hasta del odio de los pueblos. Ellos se sentirán vencedores y muchos serviles y miserables se acercarán para decorar una situación momentánea, pero ya sentirán también el látigo de la historia sobre sus hombros y el de sus hijos como una mancha indeleble por la inmensa traición que están cometiendo contra el Uruguay. Y de esto, señor presidente, no los salvará nadie. Contra esto, nadie puede defenderse».

Estas fueron las palabras de Vasconcellos en la última sesión del Senado previo al golpe de 1973, palabras que hoy a 40 años siguen más que vigentes. Palabras cargadas de impotencia, de espíritu democrático pero por sobre todas las cosas con una carga de predicción de hechos bastante interesante.

Sí que hubo cómplices, claro que hubo serviles rinocerontes a la opresión que sufrió nuestra democracia; y en los cuerpos quedan las marcas… Y hay cuerpos también que con su ausencia dicen todo… ¡Vaya que duele!

Omnipotentes los que se sentían vencedores hicieron a su antojo lo que quisieron con nuestro sistema, nuestras instituciones y nuestra gente usando un látigo totalitario que nos picaneó de atrás por un período amargo, oscuro, que marca nuestros tiempos y redobla nuestro sentir democrático hoy en día.

Años más tarde —hace poco tiempo en realidad—, el látigo empezó a caer sobre los abusadores, como así lo preveía Amílcar. Pero: ¿con eso basta? ¿Con que paguen con prisión sus últimos años de vida nos podemos conformar como sociedad y ciudadanos? ¿Cuál es la lección que nos deja este período oscuro? ¿Qué papel nos toca jugar a las generaciones que no lo vivimos en carne propia pero no por eso estamos exentos de pronunciarnos y cambiar el rumbo de la historia y el país?

Este es un tema que nos pertenece a todos como colectivo, como sociedad y como generadores de cultura, y por ello debemos, sobre todo las nuevas generaciones, replantearnos el camino a recorrer.

Principalmente me dirijo a los jóvenes que integran los diferentes partidos y agrupaciones políticas, creo que no es posible tirar tierra en el hueco histórico que nos han regalado, que yace inerte en la memoria social y así como así seguir adelante como si nada hubiese pasado. Pues sí, sí pasó; hay responsabilidades que asumir y tenemos pendiente un banquete de la reconciliación que solo puede suscitarse a partir de la sinceridad y reconocimiento de culpas, no solo del Estado en general sino de cada partido político que tuvo su influencia previo, durante y luego del golpe de Estado del 1973.

Hubo un momento en que la juventud que vivió dicha época se unió formando un frente de acción único donde ya no importaban los colores ni los liderazgos, tan solo desvelaba luchar juntos codo a codo, rendirle batalla a ese enemigo existente llamado dictadura militar y sus destrozos tan sufridos. Existía un proyecto nacional compartido, que era la tan anisada restauración democrática y a partir de ese sueño único se logró una unión política y los consensos más exitosos de la última época.

A 40 años de este febrero, sigue ese sabor amargo a flor de piel, todavía nos mordemos la lengua antes de hablar del tema y cuesta enormemente reconocer errores, sin tapujos, sin telones, sin mentiras, sin miedos, enfrentar la realidad tomando el toro por las astas, denunciando y condenando los horrores de los cuales nuestras instituciones han sido silenciosos espectadores y debemos condenar. Es un pendiente necesario para nuestro presente y futuro y ni que hablar un debe con el pasado, con nuestra historia y raíces.
El replanteo de llevar adelante una nueva forma de hacer política es inminente y necesaria para la construcción de nuevo proyecto país, para poder avanzar en derechos y por ende en democracia que es nuestra herramienta más valiosa para conseguir la felicidad ciudadana.

Enemigos para unirnos no faltan ni faltarán: pobreza, mala distribución de la riqueza, inequidades, abusos laborales, discriminación, derechos vulnerados de varios grupos oprimidos, injusticias de todo tipo y color… En fin, tenemos varios frentes a atacar y un sueño por perseguir, que es entregar a las nuevas generaciones un país mejor que el que nos ha tocado disfrutar.

La invitación es a la aplicación de las políticas de consensos. Ni mucho más ni mucho menos que sentarnos a dialogar poniendo la voluntad política necesaria para el compromiso de ahondar en soluciones a corto y mediano plazo para los problemas que nos afectan a todas y todos, porque por y para algo vivimos en sociedad.

No se trata de quedarse en palabras bonitas, se trata de tener la responsabilidad histórica necesaria para que el recambio generacional en la élite política valga la pena y no sea un simple recambio de cuerpos menos gastados sino un cambio sustancioso, renovación de voluntades reales, compromisos y mentalidades abiertas para enfrentar juntos los males que nos aquejan. La razón es poco rebuscada: si las propuestas son comunes se van a implementar con mayor éxito, mayor confianza y con menos margen de error.

Mas siempre con la fiel palabra de honor hacia el pueblo entero de tener la memoria intacta sobre aquel febrero amargo y a fuego la premisa de no caer serviles ante otro ataque de arrogancia inescrupuloso hacia nuestra soberanía popular.

 
 
 
 
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