Alerta sanitaria |
Miguel Rodríguez |
Montevideo, una esquina de tantas. Un contenedor de basura desbordado y rodeado de basura, bolsas rotas y moscas. Una guía telefónica mojada y manchada. Una porción de fainá sin tocar. Pañales de algún bebé del barrio. Una maceta rota, envases, botellas rotas... Yerba y más yerba. Restos a granel de un guisito de arroz que parece haber estado muy bueno. Hojas secas. Algo ensangrentado. Bolsas de nylon y papel de todo tamaño. Envases de medicamentos. Resumiendo, lo que antes del gobierno progresista de Montevideo se llamaba basura. Hoy hay una nueva cultura de la basura, hay miles de personas, algunas disparándole a las ocho horas de la construcción, que viven de su tráfico, hay decenas de vivillos que viven muy bien a expensas de los anteriores, hay niños que no van a la escuela por andar en los carros… Está el gremio de los recolectores, están los bolseros. Cada tanto salen muy bien pagos jerarcas municipales a «vendernos» sus brillantes ideas, sus bolsas de diferentes colores, sus contenedores naranjas, sus puntos verdes y sus profundas reflexiones. Todo fracasa puntualmente y cada vez están gastando más y más. Otros le echan las culpas a los comerciantes, a los altos niveles de consumo y alguna otra «habladora» (entiéndase esposa del «hablador»), cuando El Alemán se lo permite, nos recuerda los problemas que tenía Bruno Mauricio de Zabala en hacer recoger la basura. Los vecinos de Montevideo vivimos en un inmenso basural. La intendente Ana Olivera es incapaz de resolver la situación. Esto tiene que cambiar. Pero la cosa tiene un perfil más dramático y es sin lugar a dudas el sanitario. En la basura sobrevuelan las moscas y pululan las ratas. Días atrás me contaban que una preocupada madre consultaba al pediatra sobre las frecuentes afecciones respiratorias de sus pequeños hijos y el profesional, enumerando las posibles causas y a manera de cierre, le dijo «no te olvides que estos niños viven rodeados de basura». En medio del conflicto laboral de los recolectores de residuos del verano de 2011 el Ministerio de Salud Pública quedó en hacer una evaluación sanitaria de la ciudad y nunca se conocieron los resultados. Esperemos que algún día el Ministerio se expida o que la propia Intendencia con sus dependencias vinculadas a la salubridad, el Sindicato Médico o el propio Defensor del Vecino comiencen a ocuparse de este grave problema sanitario. La Señora Ana Olivera, los amarillos de ADEOM que la apoyan, los funcionarios mejor pagos del Estado y los casi dos millones de dólares diarios que arrancan de nuestros bolsillos no son capaces de mantener limpia la ciudad. Se tienen que ir. |
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