A propósito de batllismo
Dante Nieves
 

En forma permanente participamos de desgarros de vestiduras en la lucha interna del Partido Colorado sobre quién es más batllista.

Nuestro imaginario librito de cabecera «El pequeño batllista ilustrado» —creado a partir de nuestra participación militante de más de treinta años que nos ha llevado a profundizar en los más de cien años de batllismo en la gestión política del país— nos permite concluir, sin dudas, que esta generación partidaria y la anterior, 1980-2005 y 2006 a la fecha, son las menos batllistas, por lo menos en la acción y pensamiento.

Para los fines de este trabajo hemos analizado los períodos 1900-1920, 1920-1950, 1950-1980 y los ya enunciados.

Y como para muestra dicen que solo basta un botón, les cuento una.

El día en que se votó la ley de «patente única», el líder de Vamos Uruguay manifestó el voto negativo, lo que está correcto, pero alegó que no lo votó pues no lo había aprobado el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Partido Colorado, lo que está muy mal. En el ya citado «El pequeño batllista ilustrado» siempre leí que el órgano máximo del Partido Colorado es la Convención Nacional del Partido Colorado, la que demandará las acciones que cumplirá el CEN. A esto yo lo denomino acciones y pensamientos no batllistas.
Ante esto pensé en ir reproduciendo discursos de notorios batllistas para que las nuevas generaciones vayan comprendiendo el auténtico pensamiento y acción batllista.
Hoy reproduciremos el discurso efectuado por el doctor Amílcar Vasconcellos ante la Convención partidaria en ocasión de su «desproscripción» por la dictadura militar a los miembros del triunvirato que organizó al partido durante la dictadura el 17 de diciembre de 1983.

Entonces que hable Vasconcellos y hablará el batllismo:

«Al ver a esta fervorosa multitud convencional no puedo menos que recordar aquella muy modesta convención que en los días de febrero del 73 y en los días próximos al golpe de Estado militar se reunía en esta sala, casi alejada de todo apoyo popular, pero cumpliendo los convencionales altivamente con su deber y tratando de encontrar, dentro de las circunstancias tan especiales que atravesaba el país y la orfandad popular en la que estaban los partidos políticos en materia de organización, en sí mismo, en la confianza de su futuro, la fuerza de salir adelante. A aquellos convencionales, que fueron los últimos hasta que la actitud y la decisión del gobierno hicieron imposible su permanencia, yo les rindo mi homenaje, porque fue la avanzadilla del partido, la defensa de la recuperación, otra vez, de las libertades públicas. [Aplausos].

»Y no puedo menos que recordar también que la convención de nuestro partido a través de su historia, pocas veces, salvo en actos solemnes, ha hecho la excepción de permitir que ocuparan la tribuna de la convención personas que no la integraran. Ocurrió ello en circunstancias históricas muy especiales, en debates de gran trascendencia histórica, en que fue menester estremecer la conciencia misma del partido a través del análisis de temas que apasionaban profundamente a la colectividad partidaria, para que ese hecho fuera autorizado.

»Por eso valoramos, estimamos profundamente el honor que se nos hace a mí y a mis compañeros de triunvirato el permitirnos ocupar esta tribuna de la convención.

»Yo creo, como se ha dicho ayer desde esta tribuna, que los partidos tienen que mirar el futuro, pobre partido el que no mira el futuro porque está ya marcando el camino de su disolución, pero ¡¡pobre partido aquel que crea que es una hoja en la tormenta y que no tiene raíces profundas en la sangre del pueblo al que pertenece!!

»Con la misma lealtad que he usado a lo largo de mi vida para expresar con claridad mi pensamiento, quiero decir que miro con preocupación una actitud de esta convención que ha venido adoptando y que no sé si la modificará. La convención tiene todo el derecho del mundo de tomar un punto del programa del Partido, modificarlo, corregirlo, rechazarlo, decir que ya está obsoleto, pero cuando se trata de ciertos puntos tiene la obligación de expedirse y no pasar sobre ellos como si no existieran. ¿Dónde está, mis amigos, el debate que la convención debió haber hecho, aunque fuera para rechazarlo, si así lo quisiera por considerarlo inoportuno, sobre el colegiado que fue decisivo en el pensamiento de José Batlle y Ordóñez  y que marcó una etapa en el camino y en la historia del país? [Aplausos].

»Yo no quiero entrar en temas de política partidaria que nos han separado en los últimos años, no quiero referirme a las circunstancias que nos llevaron a la Constitución del 67, pero sí digo que no es concebible que un tema de esa naturaleza que motivó en el partido las consecuencias que motivó pueda pasar simplemente como si no hubiera existido. Es el canto del cisne, pero al que se le ha estrangulado en el momento en que empezaba a cantar para morir, si es que quisieran matarlo; dejo esta expresión simplemente como una manifestación de mi sentir de que el programa del partido es algo más que palabras, ¡¡son cosas que se vivieron por la gente de este país, en todos estos años y que ya deben estar en su historia!!  [Aplausos].

»Pero vengamos a los tiempos actuales, nosotros somos los que no queremos que los militares salgan como Bignone [general argentino] por la puerta de servicio, queremos por el país que los militares salgan del gobierno con la frente en alto y por la puerta del frente, no queremos que salgan derrotados porque al país no le interesa la derrota de los militares, le interesa una derrota de los principios que sostuvieron los militares cuando combatieron la democracia [aplausos] [recordar que aún faltaban dos años para el retorno a la democracia]…, y por eso nos preocupa. ¿Cómo no habría de preocuparnos! Lo que están haciendo en estos instantes. Fuimos duros en la lucha contra ellos, pero nadie podrá decir, releyendo toda la propaganda efectuada a lo largo del tiempo, aun en los días más pasionales y más tensos en que sabíamos que nos estábamos jugando la vida todos los legisladores del partido y otros que no eran de nuestro partido, pero nadie podrá decir que hubo una sola palabra de agravio o insulto. Sin embargo ellos que reclaman que los partidos agravian, ¿no recuerdan acaso que en el nombre del gobierno, invistiendo la representación oficial del gobierno, uno de los militares llegó a Europa y declaró en la prensa francesa, y lo transcribió «El Día» de Montevideo, entre otros, que todos los gobernantes de este país habían sido unos degenerados?

»Nosotros no estamos para responder insultos con insultos, porque ofende quien quiere y no quien puede, y el insulto llega o no llega según de quién provenga el que lo haga; pero sí estamos para poner razones frente a razones y les decimos que si hoy recogen en la calle el repudio que recogen [aplausos]…, y en vez de enojarse contra sí mismos se enojan contra nosotros, ¿qué culpa tenemos de lo que les ocurre? Tuvieron diez años el gobierno en sus manos, hicieron de él lo que quisieron, lo manejaron todo, finanzas secretas, viajes a montones, saltos por sobre los continentes, muertes secretas…».
[Aplausos].

 
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