Hoy voy a confesar algo que no cuenta en las estadísticas
Cristina
 

El martes 13 de diciembre fui a la presentación del último libro de mi amiga (hermana) en el Museo Zorrilla. Luego de esto a los pocos amigos que vamos quedando nos convocó a una reunión particular en su casa, que queda a pocos metros.

Charlamos, nos divertimos, añoramos a los que ya no están.

Llegó el momento del «repartijo» de mujeres solas.

Una sola tenía auto, por lo cual Melita —todos los que me conocen sabrán a quién me refiero— decidió llamar a su hijo para conducirnos a nuestros respectivos hogares.
Mi edificio, en Rivera y Diego Lamas, consta de una reja que abre hacia fuera; con la misma llave tienes que abrir la otra, de por lo menos 60 cm., en «chanfle» para dentro.
El hijo de Melita, hombre joven, convocado por su madre, diría que la «vete» ya entró. La reja, a la que me opuse en primera instancia por principios y en segunda instancia por su funcionamiento, impidió que yo lograra entrar a mi apartamento en la forma habitual.
Cuando intenté abrir con la misma llave inoperante, ya tenía un cuchillo en la espalda y un revólver en el cuello. No estaban mal enfachados, sí tal vez drogados.
Querían dinero y joyas, cosas que no poseo.

Para disimular el ruido de tiradas de cajones y otros, revolviendo, en busca de algo más, pusieron música «al mango».

Luego de esto, uno de ellos me violó. Ojo, el 20 de enero cumplo 71.

Gracias a Dios, habían puesto tan alta la música que una nueva vecina, inquilina nueva del edificio, subió a protestar, y se prendió del timbre, con justa razón.

Ahí dispararon, munidos de mis llaves.

Me bañé, bajo una lluvia torrencial, concurrí hasta la 10ª y practiqué la denuncia correspondiente. Tengo constancia de ello. Agte. Acosta, le faltan los cuatro dientes de abajo.

No sé ni sabré jamás lo que él escribió en la denuncia. Sé que firmé, que no me podía comunicar al haberme sido robado mi celular. Me rompieron el teclado, me rompieron todas las conexiones.

Estimados amigos, no sé por qué Dios eligió a mi persona. Tal vez porque yo siendo débil, había formado una coraza para transformarme en lo que soy, una persona de servicio. Todos los resultados de análisis han sido, gracias a Dios, negativos.

Por eso hoy puedo hablar.

Pero no puedo permanecer en mi casa. Y ahí surge la pregunta, ¿dónde m… voy a heder?

No soy ni seré una más de la estadísticas. No amargaré a mi hermano Fernando con problemas de su hermana muy querida,  con «demencia senil».

Hoy estuve con médico de referencia, con los resultados: todo dio no reactivo, dentro de seis meses los tengo que volver a practicar. No sé por qué. ¿Por ser prolija en mis obligaciones? ¿Por ser prolija con mis deudas? ¿Por ser prolija en un gobierno al que no voté? Por ser simplemente una ciudadana de a pie? ¿Por cobrar luego de laburar una vida $ 12.526 (recibo del día de hoy)?

Un fuerte abrazo a los que me comprenden, y bueno, los demás son los demás.

 
 
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