Navidad... tiempo de reconciliación |
Leyla Martin |
Independientemente de la religión que profesemos, hay, en los días decembrinos, una magia que flota en el ambiente, aunque muchos no conmemoren la natividad de Jesús. Son por tanto las tradicionales fiestas, incluyendo las jornadas que las preceden, época diferente al resto del año, en la cual nos acomete, irremediablemente, la necesidad de comportarnos de un modo también distinto, invadidos por una bondad que quizás adormitaba en ocasiones, por una generosidad que no se manifiesta tal vez a diario, que conlleva a extender la mano al prójimo, a replantear y planear el porvenir, a repensar el pasado y a llenarnos de esperanza y buenos propósitos. Estaría de más relatar aquí la historia de por qué son festejadas por los católicos y cristianos estas fechas, que en las regiones más recónditas invaden de energía especial a los —creyentes o no— pobladores humanos de la Tierra. Sin embargo, es curioso conocer algunas historias, como por ejemplo las que se cuentan sobre el famoso San Nicolás. Un ícono que nos ha influenciado de modo peculiar, envolviéndonos aún más en esa fantasía que intrínsecamente acompaña tales celebraciones, incluyendo la dedicación del día 21 de diciembre a su espíritu, que se ha extendido en muchas zonas. En varios países es llamado así, pero en otros también se le conoce como Papá Noel o Santa Claus y en algunos pueblos hasta es llamado el Viejito Pascuero. En sus orígenes era San Nikolaus, que sería el nombre en alemán, aunque nacido en Patara, región de Licia (Asia menor), actual Turquía, en el 270 y probablemente fallecido el 6 de diciembre del año 345 o 352. Provenía de una familia muy acaudalada, cristiana, y se dice compartía su fortuna con los infantes más desposeídos, destacando en él su sensibilidad y cualidades de esplendidez, compasión y caridad, desde muy corta edad. Pero con el transcurrir de los años, pese a su vejez, seguía viajando, predicando y regalando juguetes a los niños. San Nicolás de Mira, como se le conoce en Oriente, venerado por el catolicismo, fue acreditado como sacerdote que se desempeñaba en un monasterio y ulteriormente nombrado obispo en Mira (Turquía), sin embargo en 1807, cuando los musulmanes conquistaron Turquía, fueron trasladados en secreto sus restos por algunos fieles a Occidente, Bari (Italia), donde entonces pasó a ser San Nicolás de Bari. La Iglesia hace fiestas en muchas naciones el día de su nacimiento pero dada la proximidad, también se le rinde homenaje en época de Navidad, haciendo honor a que, como ya se ha mencionado, estando en vida auxiliaba a los más necesitados y obsequiaba a los más pequeños presentes y dulces, al punto que al morir sus padres, repartió toda la riqueza que había heredado entre los pobres. También es venerado por los marineros del Mediterráneo, quienes tienen la certeza de que apacigua las aguas cuando hay tormenta. El atuendo que en el presente conocemos procede de la concepción que se tenía del anciano de sotana en rojo pues fue obispo. Estuvo preso por confesar su fe, bajo el gobierno de Diocleciano y al salir de la cárcel en tiempos en que Constantino asumió el trono, le había crecido una larga barba nívea. Luego, la mitra de jerarca eclesiástico fue reemplazada por el gorro, comercialmente la empresa Coca Cola identificada con el color añadió componentes, adornando y modificando su vestimenta por un traje vistoso, con botas y cinturón negros, para utilizarlo en una campaña publicitaria y con el tiempo se fue adicionando una serie de leyendas que ilustran aún más su estampa como se ha popularizado en la actualidad. La tradición de la chimenea así como las medias que se colocan en ella, procede de que gustaba favorecer a las jóvenes en edad para encontrar novio y para casarse y en una ocasión unas mozas que no podían hacerlo, en virtud de que su padre no poseía la dote que debía entregarse, dejó caer por el conducto del hogar, para no ser visto, unas monedas de oro que casualmente entraron en unas medias que estaban secándose al calor del fuego. Estas y otras usanzas animan la Navidad y realzan su hechizo, reuniendo a las familias, acercando a los amigos, permitiendo olvidar los agravios y encendiendo la luz de la misericordia. Sea entonces, bienvenida, con sus ritos y el embrujo que ella encierra y nos colme de paz, armonía, fraternidad, unión, amor, salud, un prometedor futuro y sobre todo del deseo de ser mejores seres humanos… |
|
Al principio de la página | Todos los artículos | Todas las notas de Leyla Martin |